Capítulo 11.

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CONOZCO ESA VOZ





Tres días pasaron volando. La Casa del Cuervo parecía estar más viva que nunca. Había terminado por llegar el último grupo de Dante y de Sungji desde sus países correspondientes y se unieron rápidamente a los planes que estábamos armando.

Las Valas estaban encerradas en la biblioteca consultando mapas y comunicándose con otras de distintas ciudades de Noruega, Kano era la encargada de aquello. Astrid estaba a cargo de buscar una forma de noquear a una de las bestias de Perthro para poner a prueba la teoría que teníamos y durante las noches, Mason se escabullía a nuestra habitación para poder aprender de ella, bajo mi supervisión, por supuesto.

No había cambios en Jera ni en Aidan. Pero ya no me sentía tan desesperada como antes, las palabras de Fenrir lograron calmarme un poco, aunque me seguía aterrando la idea de que demoraran años en despertar, al menos sabíamos que iba a funcionar o teníamos mayor certeza de que fuera así. No interesaba cuánto tiempo pasara.

No habíamos tenido noticias de Perthro ni de Cassian. No habían hecho ninguna movida sobre nosotros, sus lobos tampoco parecían estar merodeando en el pueblo. Teníamos a unas cuantas patrullas pequeñas vigilando por aquí y por allá, pero todo parecía normal y nadie había tratado de atacarlos.

—Mack, otra vez estás durmiendo poco, ¿verdad?

Dante me miró preocupado. Se me debía de notar en la cara, al ser tan pálida, las ojeras resaltaban de mi rostro como si fueran señales de neón.

—Está bien... dormiré un poco más tarde. Tengo que ayudar a Astrid a trabajar en ese hechizo —repliqué.

—Pues, de nada me sirves si estás cabeceando cada cinco segundos —farfulló As y se cruzó de brazos—. Ve a dormir algo ahora, tengo bastantes ojos leyendo conmigo. Puedes descansar un poco.

Sentí un par de manos sobre mis hombros. Era mi madre.

—Tenemos cubierto aquí, Mack —dijo suavemente—. Ve, dúchate, come algo y luego duerme un poco. Podrá seguir ayudando una vez que descanses.

—Pero...

—Ya oíste a mamá —interrumpió Meg—. Una vez que estés más fresca ayudarás y me dejarás hacer algo con ese cabello tuyo, ya casi parece nido de pájaros.

Me reí. Mis hermanos junto a mi mamá y los alfas con sus hermanos, más Minji, se habían unido a Astrid y a mi en busca de algo efectivo contra los Berserkers, aunque claro, sólo los alfas y Mase sabían para qué era el hechizo, el resto pensaba que era por protección. Astrid tenía razón, tenía varios ojos a su disposición. Ella y Mason eran los únicos que sabían el porqué de mi cansancio reciente; me quedaba hasta altas horas de la noche vigilando que cualquier cosa que Mase hiciera con ese grimorio no fuera peligroso e incluso, una vez que terminaran, seguía despierta atenta a si algo le pasaba a mi hermano o a Astrid en medio del sueño. Lo que Fenrir me había advertido del grimorio me había dejado bastante asustada y si Cassian lo quería debía de ser cierto. Era demasiado peligroso.

Hice caso. Fui a mi habitación, me di una ducha, comí un sándwich del comedor y me acosté a dormir. Estaba tan agotada que caí rendida en poco tiempo y debí de haber dormido un par de horas, porque cuando me levanté ya estaba anocheciendo. Me lavé la cara y me puse algo más abrigado, salí de mi cuarto y me reuní con Astrid que seguía en el primer piso investigando el hechizo, pero sólo la acompañaba Mase.

—Ey —Me saludó la rubia en cuánto me vio— ¿Descansaste bien?

—Sí, me vino de maravillas esas horas de sueño —respondí— ¿Dónde están todos?

II. The Awakening ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora