Capítulo 26.

1.5K 203 29
                                    

Maratón 3/3

26

LA LOBA CON MUCHAS HISTORIAS




De la misma forma que ocurrió en la mañana, el movimiento fue brusco y fuerte desde un inicio. Me arrastré hacia la entrada de la tienda y abrí el cierre para salir de ella. Asger ya se encontraba allí, me ayudó a salir y a levantarme, luego a Kano.

Miré a nuestro alrededor.

Los árboles se agitaban con tanta fuerza que parecían ser de hule. La nieve caía de las ramas como polvo fino y podía observar pequeñas sombras moviéndose con prisa por sus troncos; eran los pocos animalitos que el crudo invierno aún no había echado tratando de encontrar refugio. Un fuerte crujido me sobresaltó, primero creí que había sido un trueno, pero rápidamente me di cuenta de que se trataba de un inmenso árbol partiéndose por la mitad y cayendo sobre nosotros.

—¡Muévanse! —grité.

Agarré a Kano y a Asger por las muñecas y tiré de ellos. Caímos un par de metros al costado de dónde el árbol cayó, aplastando nuestra tienda y nuestras cosas, apagando también la fogata y dejándonos en la oscuridad.

—¡Tenemos que movernos! —exclamó Asger— ¡Mack! ¿Escuchas eso?

Honestamente, había mucho que escuchaba. Los árboles cayendo en diferentes lugares del bosque y haciendo eco en todas partes, las patas y garras de los animales correteando asustado, pero sobretodo, el ruido subterráneo del terremoto. Me estaba volviendo loca, era horrible.

—¿Qué? —espeté.

—¡La nieve! —replicó, escandalizado— ¡La nieve ha comenzado a deslizarse!

Mi cabeza se volteó hacia la montaña. Con algo de dificultad, los ojos de la loba lograron ayudarme a ver en la oscuridad y pude apreciarlo. Violentamente y a toda velocidad, una avalancha comenzaba a cernirse sobre nosotros, arrasando con todo a su paso. Si no nos movíamos pronto, terminaríamos sepultados bajo ella.

A duras penas, logramos levantarnos y echar a correr. El movimiento y la nieve no ayudaban para nada y que los árboles estuvieran cayéndose tampoco. El único que camino que nos quedaba por recorrer era de vuelta hacia la entrada del bosque, alejarnos de la montaña lo que más pudiéramos, pero no era tan fácil. La oscuridad, el miedo, el frío, todo era un obstáculo. En algún momento de nuestra carrera, dejó de temblar, pero la avalancha no se detenía y sentía que cada vez estaba más cerca de nosotros.

Asger era el que mejor veía, el más rápido y ágil de los tres. Me tenía agarrada de la mano tan fuertemente que casi ni la sentía ya y yo tenía tomada la de Kano. Y luego, ya no.

—¡Kano!

La pelirroja se había tropezado. La nieve había cedido bajo su peso, descubriendo un agujero en el que sus piernas se quedaron metidas. Me resbalé a su lado para alcanzarla antes de que quedara aún más atascada. La tomé por los brazos y comencé a tirar. Asger llegó a mi lado, agarrándola también.

—¡Váyanse de aquí! —exclamó.

—Ni loca —mascullé.

—¡Mack, me torcí el pie! —farfulló— Incluso si me sacas de aquí, no puedo correr.

—¡Te cargaré en mi espalda! —gritó Asger— No pienso dejar a nadie atrás.

Sabía que también lo había dicho por mí. Sin embargo, lo importante ahora era sacar a Kano de allí. Mientras Asger hacía fuerza para desenterrarla, yo comencé a remover la nieve a su alrededor, escarbando. Hasta que su cuerpo de la cintura para abajo fue visible otra vez y Asger logró sacarla.

II. The Awakening ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora