Capítulo 14.

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OPPVÅKNINGEN








—No se muevan —murmuró Kano.

—¿Qué mierda está haciendo un oso por este lugar? —masculló Astrid— ¡No ha habido desde hace más de veinte años!

—Probablemente es debido al clima y todo el Seid que rodea este lugar —contestó la pelirroja—. Los animales son muy sensibles, debió de ser atraído hasta aquí y busca donde hibernar.

—¿A quién demonios les interesa eso? —farfullé— ¿Cómo vamos a esquivarlo?

El oso seguía sobre las dos patas olfateando el aire. No parecía alterado, pero eso podía cambiar en cualquier momento.

—Esperemos, se ve tranquilo. Quizás rodea el auto y se marcha sin hacernos nada —tanteó Kano—. Por otro lado, podría...

De repente, el animal soltó un gruñido con todo el hocico abierto en nuestra dirección. Lanzó su pesado cuerpo hacia adelante y le dio un buen golpe con las patas delanteras al capot del auto.

—¡No está para nada tranquilo, Kano!

—¡Eres tú, Mack! —exclamó la chica— ¡Percibe el olor de tu loba!

—¡¿Acaso es mi culpa?! —espeté.

—¡No es lo que dije!

—¡Cállense las dos! —intervino Astrid.

El oso empezó a zamarrear el auto con su cuerpo y patas. Claramente, no ayudaba que estuviéramos gritando como locas.

—¡Kano! ¿No puedes hacer nada? —exasperó Astrid— ¡Los Ostberg poseen el don de Temme!

—¡No ha habido un domador en años, Astrid! ¡E incluso si pudiera, mi Seid está restringido! —replicó.

El corpulento animal se bajó del capot del auto y empezó a empujarlo con el lomo mientras seguía gruñendo. Avanzó por los bordes hasta llegar a la puerta del piloto y volvió a pararse en dos patas para arremeter contra el vehículo.

Kano soltó un grito.

—¡Ya vale! —exclamé y destrabé la puerta— ¡Ustedes lárguense a la montaña en cuanto esté lejos de aquí!

—¡Mack! ¡No hagas una estupidez! ¡Por mucha fuerza que tengas, es un oso de casi 300 kilos, te va a partir! —gritó la rubia.

—¡Está aquí por un lobo! —exclamé— Un lobo le voy a dar.

Abrí la puerta del copiloto y me bajé. Empecé a pegarle manotazos al techo del auto para llamar la atención del oso.

—¡Oye! ¡Ven aquí!

El oso me gruñó de vuelta y regresó a andar en cuatro patas para dirigirse hacia mí.

—¡Mack, vuelve al auto!

Oí la voz de Astrid, pero ya era muy tarde. Me eché a correr hacia el interior del bosque. La nieve era demasiado espesa y profunda, tampoco ayudaba que siguiera nevando y el viento se arremolinara alrededor de los árboles. Creaba una cortina blanca que apenas me dejaba ver algo, pero al mismo tiempo me favorecía; era una loba blanca y este tipo de paisajes eran mi territorio.

Gracias a la velocidad que poseía y al peso del oso que me perseguía pude dejarlo atrás rápidamente, ganando un poco de tiempo. Caí sobre mis rodillas en la nieve con el cambio recorriéndome cada centímetro del cuerpo. Los familiares dolores, sonidos de articulaciones y la adrenalina recorriéndome. Me deshago de mi ropa rápidamente antes de que no sea capaz de hacerlo.

II. The Awakening ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora