Día 24: Haciendo Las Paces Después De La Pelea

119 15 21
                                    

—¿Has estado llorando?

Apenas había abierto la puerta y los ojos rojos e hinchados de Makoto llamaron mi atención haciendo imposible que evitara hacer aquella pregunta en lugar de disculparme. No tardaron mucho en volver a anegarse en lágrimas. Tuve el impulso de abrazarle mientras se descargaba. No iba a negarlo, yo también había pasado un mal rato.

Nada más salir de su casa mandé un mensaje a todos mis contactos e incluso me hice de información de dos centros de acogida para poder llevar a algunos de los felinos. Había sido un idiota por no comprender su amor hacia estos animales y por discutir y hablar de más en lugar de ayudar.

—Tienes razón. —balbuceó en mi hombro. —Lo siento.

Me separé de él y le limpié las lágrimas con mis manos. Me sentía responsable de hacerlo llorar, me habría golpeado si me hubiera tenido delante a mí mismo un rato antes. Tan sólo debía haber sido un poco más sensible y comprender. Comprenderlo su mundo, a él, a su amabilidad para con todo ser que habita la tierra.

—No, yo lo siento.

Makoto negó con la cabeza, sin levantar la vista mientras se escondía en mi hombro.

—Es cierto, no puedo ocuparme de todos ellos. Son demasiados.

Suspiré, si seguíamos deliberando por quien estaba en lo cierto o no, nunca terminaríamos. Y no se trataba de llevar la razón, se trataba de sobrellevar un problema (o varios más bien) y prácticamente estaba solucionado.

—Llamé a un par de centros de acogida para animales, tienen lugar para algunos de ellos y una compañera de la universidad quiere quedarse con uno.

Pareció abrirse un mundo en sus ojos. Un mundo mágico y lleno de paz con luz escapándose de entre sus frondosos iris. Amaba esa mirada, era él por lo que día a día me esforzaba por llegar a ser mejor persona, mejor novio, mejor hombre. Makoto es todo para mí y una tonta discusión como aquella, distanciarme aunque fuera lo mínimo, ya alteraba todo mi mundo.

—No sé qué haría sin ti. —murmuró y a pesar de que esas palabras deberían engrandecerme a ojos de Makoto, me sentí muy pequeño ante las mismas. Me aferré a su espalda sintiendo intensamente sus músculos en la yemas de mis dedos. Respiré profundamente, con alivio. Tal vez yo no había derramado lágrimas como Makoto pero mi corazón también había sufrido por la pelea. La carga se desvaneció lentamente como si estuviera reponiendo mis fuerzas en sus brazos.

—Yo sí que no sé qué haría sin ti.

Romantic days belong to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora