Día 17: Niños

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La primera vez que caí jugando en el parque con Haru, él me tendió la mano para ayudarme a levantar. Era pequeño, torpe y miedoso y encontré en él la amabilidad y el apoyo necesario para levantarme, no sólo de las caídas. Encontré en Haru el amigo que me sacaba de apuros en todo momento.

A pesar de su independencia, él estaba ahí prestándome una mirada que me hacía sentir protegido. Hasta que cumplí doce años y vi por primera vez el nado perfecto de otra persona que no era Haru.

Estaba sólo ante todo. Era fuerte y seguro. En su mirada sólo cabía la determinación. Nadaba mariposa, el más difícil, el más elegante de los estilos y no lo hacía nada mal. Era como si imitara a la perfección a los profesionales incluso más, a los medallistas olímpicos. Sin embargo, emanaba una luz propia que no se comparaba con ninguno de ellos. "Es solo un niño como yo", pensé, "pero es fuerte y no le tiene miedo a nada".

Quise parecerme a él. Quise ser fuerte y nadar como si nadie pudiera vencerme, sin ataduras, sin miedo. Quise que Sousuke compartiera conmigo aquella mirada, quise decirle que algún día llegaría a ser tan seguro y valiente como él, como todo aquello que me transmitía.

...

—¿De veras?

—Sí... —miré al suelo sonrojado por aquello que le acababa de contar. Seguro Sousuke pensaría que era una tontería, pero fue un cambio que se estableció en mi vida.

Me tomó del mentón para mirarme a los ojos. Sus iris turquesas eran exactamente como los de aquel día, aún sentía aquella fuerza que transmiten.

—Algún día lo lograré. Seré tan valiente como tú.

Su mirada no cambió, se mantuvo firme y poderosa. Lo admiraba. Quizá me enamoré de él en el mismo momento en que le vi. Sus fuertes manos abandonaron mi mentón y me acariciaron bajando suavemente por mi cuello. El toque me dio paz. Me dio la seguridad necesaria para seguir escalando y llegar a ser cómo él.

—Tú ya eres fuerte. Y poderoso. Y no necesitas llegar a mí, yo estoy aquí, contigo, intentando ser el mejor para ti. Es hora de que dejemos de correr en círculos persiguiéndonos el uno al otro.

Mi cabeza estuvo a punto de explotar y mi corazón le seguía. Mis latidos comenzaron un ritmo descabellado. Nervioso como la primera vez que escuchaba que me amaba. Dichosos como un niño al que acaban de elogiar. No podía ser más feliz.

Vencí yo mismo la distancia hasta sus labios y probé el dulce sabor de la mayor de las victorias.

Romantic days belong to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora