Día 28: Haciendo Algo Ridículo

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Imposible. —Makoto se tapó la boca con una mano. Su expresión no era nada buena.

Mi camisa blanca acabó llena de un viscoso color amarillento y olor a vainilla. Apenas había comprado el batido y todo se había derramado sobre mí. Makoto intentó disculparse mil y una vez y hubiera aceptado sus disculpas de no haber sido por lo que ocurrió después.

Me arrastró hasta una lavandería autoservicio que conocía, tan solo a unas cuadras de allí y él mismo pagó por el servicio.

Claro, pero el hecho de tener que esperar en la banqueta sin camiseta mientras la lavadora daba vueltas y vueltas sin fin no era nada agradable.

La señora que entró casi a la par nuestra no me quitó ojo de encima. Creo que separó su ropa en más coladas de las necesarias por el hecho de quedarseme mirando. Quise gruñir como los perros.

Y eso, no fue todo. La secadora, la maldita secadora había encogido mi camisa.

—Me dijiste que lo arreglarías. —solté amenazante a lo que él sólo pudo fingir una sonrisa inocente.

Inocente una mierda. Makoto había hecho eso a posta. Y si hubiera sido un accidente, seguro que ni siquiera había intentado arreglarlo. Él disfrutaba esto.

—¿Cómo voy a salir así? —los botones no me abrochaban y tenía que cruzar la ciudad hasta llegar a mi casa. Y ni siquiera podía usar una chaqueta con el calor que hacía.

—No te preocupes te acompañaré. —aseguró.

Después de que verter su batido sobre mi y hacerme correr hasta una lavandería para quitarme la camisa y lavarla, no había quedado a gusto.

—¿De qué me servirá eso?

Makoto se encogió de hombros. Exactamente, no sirvió de nada. Los viandantes cuchicheaban y giraban sus cabezas al cruzarnos porque llevaba el pecho descubierto. Me sentí prácticamente desnudo y reprendí a Makoto en mis pensamientos cientos de veces. No consentí que dijera una palabra ya que veía por el rabillo del ojo cuánto disfrutaba de aquello.

Romantic days belong to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora