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Valentín era el alma de la fiesta. Se había pasado la primera media hora hablando con los compañeritos de Santino, se ve que el freestyle era muy popular entre los estudiantes de primaria.

Después accedió a jugar un torneo en la play, estaba casi segura que se había dejado ganar por Santino quien festejó su victoria pero rápidamente se disculpó con Wos. El muchacho le prometió una revancha en otra oportunidad, y se las arregló para que los nenes siguieran jugando sin él.

Yo observaba la escena apoyada en el arco de cemento que dividía la sala del comedor. Mordía mi labio intentando no soltar risitas cuando un chico que esperaba su turno para jugar le preguntó si podía 'tirarse un free' y Valentín tartamudeó, inventando alguna excusa.

- Bueno, chicos, les robo a Wos un rato así come algo, miren lo flaco que está - dije tomándolo de un brazo, ayudándolo a ponerse de pie.

Valentín me miró fingiendo estar ofendido y se despidió de los más pequeños, tocándose la panza, indicando que tenía hambre. Empecé a caminar hasta la cocina y él siguió mis pasos.

- No me mires así que vos solito te ofresiste a venir - dije observándolo por el rabillo del ojo.

El castaño soltó una risita y mi estómago volvió a moverse sin control. Había extrañado ese sonido, el de su risa.

- ¿Qué decís? Si la estoy pasando genial, vos me sacaste en mi mejor momento, iba a rapear en un cumpleañito' - bromeó.

- No sabía que ahora te dedicás a hacer animaciones infantiles - le seguí el juego mientras servía chizitos y papas fritas en un pequeño plato.

- Algo tenía que hacer en mi tiempo libre mientras vos rechazás mis citas - dijo robándose una papita del plato.

Abrí la boca pero no emití sonido, mi cerebro no podía generar una respuesta con sus orbes celestes clavándose en mi rostro que tornó en un tono carmesí. Valentín rió divertido y satisfecho por haber dicho las palabras justas para dejarme muda. Era su manera de triunfar en las pequeñas discusiones que teníamos.

- Clari, servile algo para tomar - interrumpió mi mamá entrando en la cocina - ¿qué te gusta? Hay Coca, Fanta... ¿tomás alcohol? ¿Cuántos años tenés? Tenés cara de nene - mi mamá se acercó a inspeccionar el rostro del muchacho como si fuese una obra de arte.

- ¡Ma! Dejalo en paz, yo me encargo - la corté rápidamente, soltando todo el oxígeno que tenía acumulado en mis pulmones.

- Bueno es que quiero que se sienta cómodo, vengan a la mesa, traje más sillas, vayan antes de que se terminen todos los sanguchitos - dijo alterada empujándonos levemente hacia el exterior de la casa.

Valentín me miró divertido, no supe descifrar si por el espectáculo que estaba montando mi madre o por lo que acababa de pasar en la cocina. De cualquier manera quité mis ojos de su rostro pálido porque me incomodaba aquella sonrisa pícara que debilitaba mis piernas y arrugaba mis intestinos.

[...]

- Solo digo que me parece innecesario que pinten las iglesias y espacios públicos, hay otras maneras pacíficas de protestar - soltó mi tío Eduardo.

- Si pintan paredes te parece vandalismo, pero matan mujeres ¿y te da lo mismo? - comenté indignada.

Como siempre ocurre en las reuniones familiares, nos habíamos sumergido en un debate político, hasta que el feminismo entró en tema de conversación y no pude contenerme. Como estudiante de sociología estaba muy vinculada a los movimientos sociales, y sobre todo feministas. No podía dejar que dijeran semejantes barbaridades. Tenía que intervenir.

- No, no dije eso - intentó explicarse mi tío pero lo frené.

- Sí, estás diciendo que te importa más una mancha en una pared que una mujer asesinada, las paredes se pintan y se arreglan, las vidas de esas mujeres no vuelven - agregué levantando la voz - y si protestamos así es porque pedimos ayuda muchas veces y nadie nos dio una respuesta.

Sentía mis mejillas arder. Tiré mi cabello hacia atrás con mis manos, era una señal de que estaba molesta y estresada. Inspiré aire y me acomodé en mi silla. Miré hacia la izquierda para comprobar lo que sospechaba. La mirada de Valentín estudiaba atentamente mi rostro, como si me estuviese analizando.

- Perdón, estas cosas me sacan - dije lo suficientemente alto como para que me escuchara el muchacho pero no los demás presentes.

Valentín sonrió calmo, como siempre y asintió estirando su mano para apoyarla sobre la mía y apretarla suavemente. Le devolví la sonrisa y acaricié su piel con la yema de mis dedos.

- Tranquila, los fachosaurios se van a extinguir - bromeó el ojiazul por lo bajo y solté una pequeña risita.

- Ojalá que pronto.

[...]

Después de soplar las velitas y comer la torta que había preparado mi mamá los invitados comenzaron a retirarse. Quedaban solo algunos nenes que esperaban a que sus padres los pasaran a buscar. Valentín se levanto de su silla y se despidió de mis padres, agradeciéndoles por todo, halagando la mano de mi madre para la pastelería y elogiando la colección de vinilos de mi padre. Se habían puesto a charlar los dos varones durante largo rato en el living de mi casa. Mi papa era fanático de los vinilos, los había coleccionado durante toda su vida. Valentín sonreía como un nene en una juguetería mientras papá le enseñaba algunos de sus favoritos.

Lo acompañé hasta la puerta en silencio. Me había puesto nerviosa porque era la primera vez que quedábamos completamente solos. No habíamos tenido tiempo de charlar lo suficiente durante toda la tarde y me apenaba haber desperdiciado la oportunidad de pasar un rato con él.

- Gracias por venir, posta, fue una linda sorpresa para Santi - dije llenando el vacío. 

- La pasé muy bien - dijo frenándose en la entrada con rejas de mi casa - Pero... hay algo que quise hacer durante toda la tarde y no pude - soltó acercándose a mí, tomándome por sorpresa. No sabía qué decir. Otra vez me había dejado sin palabras. Odiaba que tuviese ese efecto en mí, porque me hacía sentir vulnerable, sin embargo mi corazón se aceleraba como si me hubiese inyectado una dosis de adrenalina.

Levanté un poco mi cabeza y me encontré con su rostro a escasos centímetros del mío. Sus ojos brillaban gracias a los faroles de la calle que se habían encendido ya que era de noche. Valentín colocó su mano izquierda en mi cuello y acarició mi mandíbula con la yema de sus dedos mientras clavaba su mirada en la mía. Mi respiración comenzó a entrecortarse y mis piernas se debilitaron. Sin decir nada, el castaño cerró sus ojos y apoyó sus labios sobre los míos.

Uiuiuiiii se viene, se viene.

andrómeda | wos • valentín olivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora