El diario de una inconstante.

Degastada valentía.

Cuanta dedicación en permanecer en silencio, solo soy el títere de casa, solo soy una pieza que la ayudan a moverse, cosa que no me quejo, me ayuda a permanecer despierta, aunque sería lindo sin tantas preocupaciones, mantienen su mente nerviosa, lo cual la mía adsorbe ese miedo y se acumula, amontono mis miedos y los de ellos que son tan notorios.

Tan solo quiero respirar sin que tenga a mis alrededores personas a quien pueda lastimar.

Estoy quebrada y no quiero quebrar a otros.

Nuevamente me cuesta, solo un poco más, la espera es lo que mejor se me da, esperar a que pueda desahogarme. No tengo días especiales donde diga "Este es el día donde soltare todo lo que sostiene mi espalda" Puesto que no sé si alguno de mis alrededores sí tenga ese día, por eso mi padecimiento es silencioso, mis dolores son extenso e intenso, pero sin tocar lo sensible de otras personas, lo veo como una virtud, una habilidad que me deja satisfecha. El no ser la persona la que provoca un dolor imperial, sino quien ayuda a sanar, quien ayuda a levantar, quien ayuda mostrar la luz.

Finalmente llego mi momento de libertad, por primera vez en años dejo escuchar mis lamentos, sonidos sonoros de mis lágrimas cayendo al suelo de mi habitación, un grito desgarrante saliendo de mi delgada garganta.

Se escucha sollozos desde la sala, es la pequeña inconstante sintiéndose insuficiente, degastada valentía, han aumentado los miedos.

Tareas por aquí, tareas por allá, olvide nuevamente que me sobrecargo de emociones, suerte la mía que tengo algunos instantes a solas con esa adolescente que lucha por ser suficiente para todos los retos de casa. Esta vez no es extrañar un lugar, no es querer ser estable, sino ser suficiente en todo lo que me proponen, preguntas surgen de mi ¿Tendré el potencial para esto? ¿Podre ser suficiente? Segunda pregunta del día, la respuesta dada por mí misma suele provocarme aún más miedo, aun mas terror.

Es un acontecimiento que ha debilitado mi estado de ánimo, ese que casi nunca muestro, ese que casi siempre está hecho un desastre, ese que solo papá Dios conoce. Es la mejor reserva y las peores actitudes de mi espíritu y alma, donde algunas equivocaciones son tan permitida como para abrir mi herida y dejarla sangrar.