Capítulo 20

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Estamos abrazados en mi cama después de haber tenido un encuentro bastante intenso. A pesar de que estamos recuperando el aliento, Matthew no me suelta y me mantiene pegada a él como si tuviese miedo de que me aleje.

—Te quiero, Sam —susurra sobre mi cabeza.

No es la primera vez que me dice que me quiere, pero sí es la primera vez que caigo en cuenta del peso de las palabras y en serio quiero creer que lo que dice es cierto y que de verdad me quiere.

—Quiero que me lo demuestres, Matthew —susurro alejando mi rostro del hueco de su cuello para mirarlo a los ojos—. Quiero que me demuestres que me quieres porque las palabras se quedan en el aire.

—Lo haré, amor.

—Quiero que hables con tus padres pese a que ya ellos lo saben, pero quiero que les expliques lo que piensas hacer.

—Está bien, pero no quiero que te alejes de mí —sus dedos acarician suavemente la piel de mi mejilla—. Te necesito conmigo porque te has vuelto el aire que respiro y que necesito para vivir.

Mi corazón empieza a acelerarse de nuevo pero ésta vez es por sus palabras. Aunque no quiera emocionarme por unas simples palabras que el viento puede llevarse, no puedo evitar sentirme de ésta manera.

—Entonces no hagas nada para que eso suceda, Matt.

—Ya no quiero discutir contigo.

—Ni yo contigo —murmuro, recordando la discusión frente a Leonard y la vergüenza invade mi torrente sanguíneo haciendo que vuelva a hundir mi rostro en su cuello— Que vergüenza con Leonard —susurro—. No podré volver a verlo a la cara.

— ¿Por qué? —pregunta divertido.

—Discutimos frente a él y me siento avergonzada por eso.

—No pasa nada, amor. Siempre estuvo de tu parte. Después de que te fuiste me reprendió por haberte tratado de esa forma.

— ¿En serio lo hizo? —pregunto sorprendida, volviendo a mirarlo a los ojos. Asiente sin dejar de sonreír—. ¿Y no te molestó?

—No, porque él tenía razón. Fui un imbécil contigo.

—Estoy de acuerdo en eso.

—Pero éste imbécil te quiere —murmura dejando pequeños besos en mis labios— y te desea.

La mano que tiene en mi mejilla empieza a bajar por mi cuerpo lentamente, dejando caricias en el camino. Los besos dejan de ser pequeños para convertirse en un beso donde nuestras lenguas se unen entre ellas. Me tumba de espalda sobre la cama y se apoya con un brazo mientras que su otra mano sigue vagando por mí cuerpo hasta llegar a mi centro.

Sus dedos tocan mi feminidad acariciando suavemente cada parte de ella, para luego concentrarse en ese punto de máximo placer y acariciarlo. Un gemido sale de mis labios en ese momento pero es callado por sus labios.

Sus besos bajan por mi mentón hasta llegar a mi cuello. Deja besos húmedos hasta llegar a la base de él, pasando así sus labios a mis pechos y quedarse ahí dejando besos y mordidas.

Sus dedos aumentan el ritmo de su movimiento y con ellos mi respiración. Gemidos y jadeos salen de mi boca mientras me retuerzo en la cama de placer. Con las manos aprieto en puños las sábanas de mi cama.

Sus besos vuelven a subir a mis labios y lo beso desesperada por el contacto con sus labios haciendo que cada gemido y jadeo que salen de los míos, sean callados por los suyos.

Cuando pienso dejarme llevar por el orgasmo que se produce dentro de mí, para el movimiento de sus dedos haciendo que una queja salga de mi boca pero no dura mucho en abrir más mis piernas y ponerse entre ellas antes de introducir su miembro dentro de mí en una sola embestida, haciendo que ambos soltemos un gemido.

Surgir (libro I) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora