«La marca del muerto»
Cuando volví a despertar, estaba mucho más descansado y tranquilo que la primera vez. Aún sentía algunos moretones y partes adoloridas en mi cuerpo, pero los huesos ya no me pesaban como si estuvieran hechos de hierro.
Respiré hondo y sonreí al reconocer aquel aroma a rosas que tanto me gustaba flotando por la habitación, me giré sobre mi costado para poder verla.
—Hola Flor —la saludé con cariño y anhelo.
Ella estaba recostada en la cama, a mi lado, con sus dos manos acomodadas debajo de su sien y mirándome con sus grandes y bonitos ojos almendrados. Estaba muy cerca de mí pero sin tocarme, tan solo me observaba con una expresión indescifrable.
—Hola —respondió en voz baja y suave.
—Esta es una sorpresa muy agradable —dije con la voz algo ronca. Una pequeña sonrisa escapó de sus delgados labios.
—Ojalá pudiera decir lo mismo.
Entonces las vi, motitas grises que se escondían en el iris de Flora, intentando ocultar su tristeza. Subí mi mano para envolver su mejilla y acariciarla lentamente con mi pulgar, en un intento de consolarla. Ella cerró sus ojos, conteniendo el aire.
—No estés triste —susurré—. Estoy aquí.
Flora gimió y acortó la distancia que había entre nosotros para plantar sus labios sobre los míos. Yo también solté un gemido de sorpresa, pero me repuse rápidamente y deslicé mi mano hasta su nuca para acercarla aún más a mí. En menos de un segundo nuestros cuerpos se acoplaron como dos piezas perfectas y ella enredó una de sus piernas en mi cadera.
A pesar de que el contacto físico fue rápido e intenso, el beso se tornó lento y muy delicado. Nuestros labios se probaron sin prisa, deslizándose sobre la boca del otro con una suavidad que nos hacía suspirar en conjunto. Podía sentirlo absolutamente todo, su cálido aliento, la humedad de su lengua y las ligeras succiones que me hacían estremecer...
—Flor —murmuré sin aliento sobre su boca.
Ella se separó, intentando controlar su respiración agitada.
—Lo siento —se disculpó apartándose varios centímetros.
—¿Qué sientes? —pregunté sin comprender mientras acomodaba su cabello detrás de su oreja.
—Perder el control así —explicó—, imagino que no tienes energía y no es mi intención provocarte.
Solté una risita al escucharla.
—Por mí puedes perder el control las veces que quieras —bromeé, pero ella no rió—. ¿Cómo te enteraste?
—Aiden me avisó esta mañana —respondió—. Vine de inmediato y tus padres me permitieron quedarme aquí, siempre y cuando te dejara descansar.
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Sunforest 3. Jared Rey.
Fantasía«Ada se encontraba a salvo. Lejos de nosotros y sin tener idea de que era la poderosa princesa de SunForest... pero sana y salva. Y eso era lo más importante. Sin embargo, algo en mi interior nunca me dejó tranquilo. Desde que Ada había nacido, yo m...