Capítulo 36. Propuesta.

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«Propuesta»

Me despertaron algunas cosquillas y cuando olí aquel aroma a rosas ya tan familiar para mí, recordé que la noche anterior Flora se había quedado a dormir de nuevo

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Me despertaron algunas cosquillas y cuando olí aquel aroma a rosas ya tan familiar para mí, recordé que la noche anterior Flora se había quedado a dormir de nuevo. Sonreí aún algo adormilado cuando la sentí en mi cuello, pero no pude evitar gemir ante una sorpresiva mordida.

—Flor —pronuncié con la voz algo ronca.

—Llevo rato intentando despertarte —dijo con su aliento cálido deslizándose por mi mejilla.

—¿Ah sí? —pregunté abriendo mis ojos.

Ella se separó un poco para observarme con una sonrisa traviesa y yo simplemente amaba cuando esa chica tímida se volvía más salvaje por el deseo. Estaba recostada boca abajo en la cama, pero recargada sobre sus brazos en la almohada. La recorrí lentamente con la mirada, admirando su desnudez. Flora era la forestniana más bonita que jamás había conocido.

—¿Te vas a quedar ahí, tan solo mirándome? —me provocó.

Mi sonrisa se ensanchó al escucharla, volviéndose más peligrosa.

—¿Qué tienes en mente?

—Sorpréndeme.

Utilizando mi agilidad forestniana, me giré sobre mí mismo y me metí debajo de la sábana para pasar una pierna por encima de su cuerpo, inmovilizándola en contra de la cama. Flora soltó una especie de ronroneo adorable que me hizo reír.

Mis brazos quedaron a cada lado de su cabeza, apoyados sobre la cama para no aplastarla con todo mi peso, solo lo suficiente para que no pudiera escapar. Cuando me incliné sobre ella para alcanzar su oído, me estremecí al sentir sus suaves curvas en contra de mi piel desnuda y el calor de su espalda quemando mi pecho.

—¿Sorprendida? —susurré en su oreja, delineándola con la punta de mi lengua.

Ella no habló, pero la escuché suspirar tan hondo que aquella fue mi respuesta. No estaba seguro de que sucedía con nosotros, pero desde mi casi muerte Flora y yo estábamos bastante desatados y desinhibidos. Cada vez que estábamos juntos lo dábamos todo, como si tuviéramos miedo de que esa fuese la última vez, como si hubiéramos comprendido que la vida era demasiado corta como para dejar el amor y el placer para después. Además, ya no nos sentíamos cómodos estando separados. Quería tenerla ahí, conmigo, para siempre.

Con una de mis manos aparté su sedoso cabello cobrizo hacia un lado y miré su piel desnuda como si fuera un postre que estaba dispuesto a comerme. Era de un color moreno tirando a dorado que la hacía ver como si siempre tuviera el bronceado perfecto. La besé, siguiendo el camino de su columna hasta llegar a sus omoplatos, ocasionando que ella se retorciera debajo de mi cuerpo.

—Jared —suplicó con la cara enterrada en la almohada.

Volví a subir, metiendo mis dedos entre los suyos y colocando nuestras manos unidas a cada lado de su rostro, ambas con las palmas boca abajo.

Sunforest 3. Jared Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora