Capítulo 27. Amanecer.

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«Amanecer»

Escapamos de la oscuridad y la repentina luz lastimó mi vista, así fue como comprendí que realmente habíamos vuelto a Sunforest

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Escapamos de la oscuridad y la repentina luz lastimó mi vista, así fue como comprendí que realmente habíamos vuelto a Sunforest. Aún así, el frío que me tenía entumecido no disminuyó y notaba los violentos temblores sacudiendo mi cuerpo.

«¡AYUDA!»

Gemí ante el potente grito mental de mi padre, que había soltado con tanta fuerza que seguramente todos los que se encontraban en el castillo acababan de escucharlo.

Debieron acudir de inmediato, porque al minuto siguiente me colocaron en el suelo y varias voces hablaron al mismo tiempo, pero la única que reconocí fue la de mi padre, tal vez porque era el más cercano a mí.

—Samara, por favor —lo escuché suplicar—. Tienes que salvarlo, por lo que más quieras.

Samara se hincó a mi lado, apareciendo en el campo de mi visión aunque un poco difuminada. Me miró a la cara durante un segundo y su expresión se quebró, después sus ojos violetas se deslizaron hasta mi pecho junto con una nota de miedo e incredulidad. Podía sentir mi camisa empapada de sangre y pegada a mi torso.

—Por favor —continuó papá— no me digas que ya es tarde.

Samara tragó saliva, pero no respondió. En cambio, alzó la vista al mismo tiempo que cortaba mis ataduras. Sus manos se aferraron con fuerza a mi camisa para romperla y dejar expuesto mi pecho.

—¡Aiden!— la escuché gritar—. Te necesito.

No llegué a escuchar la respuesta de Aiden, debió ahogarse tras el grito que retumbó a continuación, un grito que llevaba mi nombre. Algo sorprendido, logré alzar mi cabeza lo suficiente para mirar la escena: Ada seguía gritando, un chillido amortiguado por sus manos que cubrían su boca, pero que dejaban a la vista sus dos ojos horrorizados. Seguramente había intentado acercarse a mí, porque Ezra la tenía bien sujeta de la cintura para poder mantenerla en su lugar.

A su lado estaba mamá, haciendo todo lo contrario que Ada. Ella no se movía ni chillaba, pero su boca si estaba completamente abierta, como si no encontrara la voz y su grito fuera mudo. No había pizca de color en su rostro y, de repente, sus ojos se fueron hacia atrás y se pusieron completamente blancos.

Papá también debió percatarse de ella, puesto que cuando su cuerpo comenzó a caer, él ya estaba detrás para atraparla en el aire. Mamá quedó suspendida en sus brazos y su cabeza cayó hacia atrás, con los ojos entreabiertos y blanquecinos.

—Amira. —Papá sujetó su cabeza, dándole suaves palmaditas en la mejilla, pero ella no reaccionó—. Hey, Ami.

—Solo recuéstala, Joham —dijo Samara sin apartar los ojos de mí—. Es mejor que no vea nada de esto.

Papá se hincó y desapareció de mi vista, supuse que obedeciendo las órdenes de Samara. Dejé caer mi cabeza contra el suelo, exhausto. Sentía dos pares de manos moviéndose sobre mi piel y trabajando con mi cuerpo, pero mi mente ya no estaba procesando absolutamente nada. Esas manos bien podrían estar matándome y yo no hubiera hecho nada para impedirlo.

Sunforest 3. Jared Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora