Capítulo 17. Lasaña.

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«Lasaña»

Seguí a Ada hasta la cocina, un poco nervioso y desconfiado

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Seguí a Ada hasta la cocina, un poco nervioso y desconfiado. Había probado comida humana muchas veces, pero siempre preparada por mamá o Almendra, quienes sabían exactamente qué era lo que a mí me gustaba. O también en los restaurantes favoritos de Raúl.

Ada abrió la puerta de su refrigerador y sacó un refractario de vidrio para evaluar su contenido, después desvió sus ojos hacia mí.

—¿Te gusta la lasaña? —preguntó.

—Mmm.

Mi mirada debió responderle.

—¡No me digas que nunca has probado la lasaña! —gritó sorprendida.

—Pues... la verdad es que no.

—Esta te encantará —aseguró tomando algunos platos—. Es casera, mamá y yo la preparamos.

Me congelé al escucharla decir mamá y comprender que no se refería a la nuestra, ella dudó ante mi reacción.

—Puedo preparar otra cosa... —murmuró.

—No, no, la lasaña está bien —respondí con rapidez.

—¿Seguro?

—Si —dije esforzándome para sonreír.

Ada se relajó y durante los segundos siguientes se dedicó a calentar la comida. Yo me senté en uno de los bancos y recargué los brazos en la barra de granito gris oxford que me separaba de ella. La observé sin poder apartar la vista, había algo en ella que me hipnotizaba por completo. Sonreí un poco al notar que seguía sin zapatos y visualicé a mamá andando descalza por el castillo solo porque aseguraba que así se sentía más libre. Ada resultaba ser terriblemente familiar, sobretodo cuando sus ojos zafiro me traspasaban como si pudieran leerme los pensamientos.

—¿Y esa sonrisa? —preguntó con curiosidad.

Yo negué con la cabeza, restándole importancia.

—Es que huele delicioso

Y no mentía, dos trozos de lasaña se estaban calentando en un pequeño hornito plateado y la cocina se estaba inundando de un aroma muy agradable.

—Espera a probarla.

Algunos minutos después, sirvió la comida en dos platos blancos y dejó uno frente a mí, mientras ella se recargaba al otro lado de la barra y tomaba un tenedor.

—Provecho —dijo con una voz bastante suave que hasta ahora no le había conocido.

—Gracias.

Pero ella no comió, en cambio, se quedó mirándome y adiviné que no quería perderse mi reacción. Si aquello no me gustaba, tendría que fingir muy bien para no romperle el corazón. Aguantando un suspiro tomé un bocado y lo subí hasta mi boca.

Sunforest 3. Jared Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora