Capítulo 2. 18 años.

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«18 años»

Aparecí en un callejón oscuro y me sobresalté cuando, de reojo, alcancé a ver una figura a mi derecha

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Aparecí en un callejón oscuro y me sobresalté cuando, de reojo, alcancé a ver una figura a mi derecha. Tardé algunos segundos en comprender que tan solo era mi reflejo y suspiré aliviado. Miré con atención la ventana con las cortinas cerradas, solo para asegurarme que mis ojos siguieran siendo verdes y no se hubieran alterado por el susto, al parecer el hechizo temporal de pupilentes había funcionado a la perfección. También aproveché para aplastar un poco más mi cabello rubio y que pareciera humanamente aceptable.

Guardé las manos en los bolsillos de mi pantalón y me dirigí hacia la calle, caminando a paso lento para no llamar demasiado la atención. Arrugué un poco la nariz ante el olor desagradable. Estaba acostumbrado al aire puro de Sunforest y no al contaminado que predominaba en la Tierra, pero intenté ignorarlo.

Estaba algo nervioso porque la pista que había conseguido parecía muy real. A pesar de que había intentado no ilusionarme, no podía negar que sentía la adrenalina corriendo por mis venas.

Caminé algunas cuadras hasta encontrar lo que buscaba y miré con atención la fachada color ladrillo de un edificio que parecía ser relativamente nuevo, en comparación a otros que había a su alrededor. Era bastante grande y tenía varias ventanas acomodadas en una sincronización perfecta. Un enorme jardín adornaba el frente, tan verde como el que se disfrutaba en Sunforest.

Me detuve en la acera de enfrente y contemplé el edificio con ansiedad. Una cálida sensación en mi pecho, muy difícil de explicar, me avisó que estaba en el lugar correcto. Mi corazón comenzó a latir con rapidez, pero me recargué en una pared que se encontraba a mis espaldas e intenté guardar la calma. Aquello era demasiado importante, no podía arruinarlo.

Me quedé quieto, sumido en mis pensamientos. Estaba emocionado y aterrado al mismo tiempo, sin apartar la vista del colegio que tenía frente a mí, como si temiera que en un descuido fuera a desaparecer.

No sé muy bien cuánto tiempo pasó, pero volví a moverme hasta que me percaté de que pequeños grupos de personas comenzaron a salir por la puerta principal de la escuela. Agudicé mi vista, con el palpitar de mi corazón resonando en mis oídos.

Y de repente, lo sentí. El imán que me había guiado hasta ahí vibró con fuerza y me obligó a enfocar la vista en el punto exacto hacia donde tenía que mirar. Exhalé al verla, como si tan solo su imagen fuera capaz de robarme el aliento.

Había imaginado ese momento durante los últimos 18 años. Había soñado con ese reencuentro tantas veces que, en mi cabeza, había creado un millón de versiones diferentes sobre lo que podría suceder. En algunas, uno de mis mayores miedos había sido no reconocer a mi propia hermana y que esa persona fuera una completa extraña para mí.

Que equivocado había estado. A excepción del largo cabello pelirrojo que casi le llegaba hasta la cintura, Ada era igual a mamá. El rostro, las mejillas, la nariz y los ojos azules eran idénticos y sonreí al notarlo. Era inconfundible. Era mi hermanita.

Aunque tal vez la palabra hermanita ya no encajaba con ella. Ada ya no era una bebé, estaba grande, delgada y muy alta. Traía puesto un suéter gris fajado en un short con volantes y sus piernas estaban cubiertas con unas delgadas mallas negras. Sus manos se aferraban a las solapas de una mochila café que cargaba en su espalda. Sonreía mientras hablaba con un grupo de personas que caminaba a su alrededor. Parecía feliz y sana, lo cual era un alivio, porque por eso habíamos decidido separarnos de ella.

En un principio no lo comprendí, pero algunos años después mis padres decidieron ser honestos conmigo y explicarme la profecía que los había obligado a tomar la iniciativa de separarse de Ada. Ese día, no solo me enteré de mi hermana era tan poderosa que el mismísimo rey del infierno buscaba secuestrarla, también descubrí que el temible Arus era mi abuelo.

Después de todo, no había sido un plan descabellado. Al menos Ada se encontraba a salvo. Lejos de nosotros y sin tener idea de que era la poderosa princesa de Sunforest... pero sana y salva. Y eso era lo más importante.

Sin embargo, algo en mi interior nunca me dejó tranquilo. Desde que Ada había nacido, yo me sentía incompleto y una sensación extraña en mi pecho fue aumentando conforme crecí. Era como si algo quemara justo en el centro y por más que intenté ignorarlo, durante los últimos años se volvió insoportable.

Mis padres se volvieron locos cuando les confesé que algo en mi interior me estaba empujando a buscar a Ada. No me comprendieron y traté de abandonar el tema para tranquilizarlos, pero hace algún tiempo que me había decidido.

Cinco años tardé en encontrarla. La sensación de mi pecho se convirtió en una especie de brújula interna, un imán que vibraba cuando me acercaba y se detenía cuando me alejaba. Un cosquilleo que había sentido desde la primera vez que nos miramos a los ojos. Aún ahora, no entiendo bien de qué se trata esta extraña conexión y fue muy difícil aprender a dominarla, pero hoy, mientras miraba a mi hermana por primera vez en 18 años, sentía que había valido toda la pena del mundo.

En ese momento, Ada alzó su mano y se despidió de sus amigos, separándose del grupo. Ansioso de nuevo, descrucé mis brazos y la observé con atención, puesto que cruzó la calle para dirigirse hacia donde yo estaba.

Me tensé, pensando que su intención era acercarse a mí, pero aquello era ridículo. Ella no me conocía. De hecho, ni siquiera alzó su vista para mirarme cuando pasó a mi lado y se fue de largo.

Exhalé, algo aliviado. Aún no estaba listo para hablar con ella. Es más, ni siquiera estaba seguro de si quería hablar con ella. No había pensado en qué hacer una vez que la encontrara, simplemente me había obsesionado con hacerlo. Por ahora, me sentía tranquilo sabiendo que ella estaba bien.

En silencio, me giré para seguir el mismo camino por el que ella andaba, lo suficiente lejos para no asustarla, pero ella no pareció percatarse de mi presencia. Caminamos durante unos veinte minutos. Con sus manos, recogió su cabello para peinarse una alta cola de cabello y después continuó mirando un aparato que tenía en las manos, mientras seguía andando.

Me detuve cuando ella se giró para subir las escaleras de una pequeña casita, sacó algo brillante de su mochila, abrió una puerta y desapareció tras ella. Me tambaleé un momento sobre mis talones, pensando que debería hacer a continuación. Sentía mucha curiosidad y quería seguir observándola, pero, al mismo tiempo, creía que ya había probado demasiado mi suerte por un día.

Asentí para mí mismo. Esa debía ser su casa y, ahora que ya sabía donde vivía y donde estudiaba, podía visitarla cuando yo quisiera. No era necesario presionarme a mí mismo de ninguna manera. Tenía tiempo para hacer un plan y pensar con mucho cuidado cómo manejaría las cosas de ahora en adelante, ya que si mis padres se enteraban que en este momento yo sabía en donde se encontraba Ada, me asesinarían.

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Sunforest 3. Jared Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora