Capítulo 30. Dulce despertar.

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«Dulce despertar»

La pelea con Ezra junto con la breve conversación de mis padres se llevó las pocas energías que había logrado recuperar

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La pelea con Ezra junto con la breve conversación de mis padres se llevó las pocas energías que había logrado recuperar. Claro que mi papá lo notó enseguida, por lo que me aconsejó que volviera a mi habitación y hablara con Ada hasta el siguiente día.

A pesar de que la idea de alargar ese momento me causó un poco de ansiedad, recordé que Flora estaba esperándome y llegué a la conclusión que lo mejor sería obedecerlo.

Cuando volví a mi cuarto le conté a Flora un resumen de lo que había sucedido y ella me escuchó atentamente, pero también debió notar que estaba exhausto de nuevo porque en cuanto me desahogué, ella sólo tomó mi mano y yo la seguí sin chistar.

—Vamos a la cama —me animó.

Sonreí al escucharla, porque sabía que aquella frase no tenía ningún doble sentido. Flora y yo habíamos dormido juntos muchas veces antes, pero siempre después de quedar satisfechos tras el sexo.

Esa vez fue diferente, nos acurrucamos juntos en la cama, con mimos y besos inocentes, pero sin intención de llegar a nada más. Quería dormir con ella, literalmente, solo dormir por primera vez juntos, sin esperar o dar nada a cambio.

Flora se giró dándome la espalda y yo pegué mi pecho a su cuerpo, sintiendo el calor que emanaba a través de la ropa. Coloqué mi barbilla sobre su coronilla y deslicé mi brazo por su cintura para mantenernos juntos. La escuché suspirar tan suavemente que aquello solo fue un murmullo que se perdió en la noche. Los latidos de nuestros corazones parecieron sincronizarse y comenzaron a latir casi al mismo tiempo, con la misma tranquilidad mientras nos dejábamos llevar por el sueño.

—Jared —dijo en voz baja, sonando bastante adormilada.

—¿Si? —pregunté en el mismo estado que ella.

—Te amo.

Me derretí sobre la cama al escucharla y besé su cabeza con mis labios, olisqueando su aroma a rosas.

—También te amo, Flor.

Después de eso, no supe en qué momento me había quedado dormido, pero cuando volví a abrir los ojos identifiqué a través de mi ventana los colores del amanecer. Aún debía ser bastante temprano, así que no me moví para no despertar a Flora. Ella seguía a mi lado, pero ahora estaba recostada boca arriba con su cabello cobrizo a su alrededor, como si fuera un abanico.

Me quedé así, observando su perfil durante quién sabe cuánto tiempo. Las sombras de sus largas pestañas caían sobre su pómulos, su frente y su mandíbula estaban bastante relajadas, haciéndome comprender de pronto lo tensa había estado durante las últimas horas y lo mucho que se había esforzado por ocultarlo. Sus labios estaban entreabiertos y exhalaban aire suavemente cada vez que su pecho bajaba.

La playera que le había prestado para dormir le quedaba holgada y su hombro estaba al descubierto, mostrando su suave piel. Mis dedos hicieron caricias circulares sobre ella, lo suficiente ligeras para no despertarla. Por un momento, un segundo bastante efímero, desee detener el tiempo y quedarnos así para siempre, sumergidos en esa paz y tranquilidad.

Flora gimió y alzó sus párpados, pestañeó durante un momento antes de girarse hacia mí y dedicarme una gran sonrisa al encontrarme despierto.

—Buenos días —me saludó con cariño.

Estiró sus piernas para desperezarse y después se giró hacia donde yo estaba, acurrucándose muy cerca de mi pecho. La envolví en mis brazos y con la yemas de mis dedos recorrí lentamente, de arriba a abajo, el camino de su columna vertebral mientras le susurraba un buenos días al oído.

—Que extraño despertar con la ropa puesta, ¿no? —bromeó.

—Eso se puede solucionar.

Flora tembló por la risa silenciosa, lo que me hizo sonreír de vuelta.

—¿Te sientes mejor? —preguntó alzando su rostro para mirarme a los ojos.

Sus dedos recorrieron la línea de mi mandíbula y su pulgar se deslizó por debajo de mis ojos, como si quisiera borrar mis ojeras con ese movimiento.

—En realidad, sí —admití—. Creo que dormir contigo ha sido bastante reparador.

—Deberíamos hacerlo más seguido.

—Deberíamos hacerlo tooodas las noches —enfaticé.

—¿Cuando dices hacerlo, te refieres a dormir o a realmente hacerlo?

—¿Y por qué no los dos? —propuse deslizando la palma de mi mano abierta hacia la parte baja de su espalda, para presionarla aún más contra mí.

Ella entreabrió sus boca y entonces entendí que quería ser besada casi tanto como yo deseaba besarla. Inconscientemente lamí mis labios, dejándolos húmedos.

—Eso —dijo con la voz tan ronca que me estremecí— no suena nada mal.

Estaba a punto de sucumbir, de inclinarme para caer sobre su boca y dejarme ir por completo... cuando ella me ganó. Empujó mi hombro con fuerza para recostarme en la cama y pasó una de sus piernas por encima de mi cuerpo para sentarse a horcajadas sobre mí.

—Flor —gemí con sorpresa.

Ella no habló, sólo me dedicó una mirada y contuve el aliento al notar destellos dorados a través de sus iris avellana. Sus piernas quedaron a cada lado de mi cadera y las apretó con fuerza para inmovilizarme debajo de ella mientras que su cabello lacio cayó sobre mi rostro, haciéndome cosquillas.

Cuando se inclinó sobre mí, la playera se alzó por encima de sus muslos y mis manos subieron en una sola caricia por el largo de sus piernas, la piel se sentía tersa y suave bajo mis palmas.

Flora se dejó caer sobre mi pecho y sentí claramente su corazón golpeteando contra el mío. Nos miramos a los ojos mientras la oscuridad del cuarto se desvanecía poco a poco, anunciando un nuevo día, entonces ella cayó sobre mi boca y abrió mis labios con un movimiento dulce y experto para que nuestras lenguas se encontraran en medio de una guerra apasionante.

Mientras nos besábamos, mis manos continuaron subiendo hasta su cintura, alzando aún más la playera en el camino para poder disfrutar su piel desnuda. Ella ahogó un gemido en mi boca y sus manos desaparecieron entre las hebras de mi cabello, jalándolo, moviéndolo y acariciándolo con fervor.

Nuestras respiraciones ya estaban agitadas y apenas estábamos comenzando. Ese beso era muchas cosas. Era rápido y sensual. Era salvaje y dulce. Era fuerte y delicado. Era un beso que sin duda recordaría por el resto de mi vida, junto con ese dulce despertar.

 Era un beso que sin duda recordaría por el resto de mi vida, junto con ese dulce despertar

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Denle un respiro a Jared, lo necesita antes de hablar con Ada jaja. 


Sunforest 3. Jared Rey.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora