Tal como acordamos, Alex pasó a recogerme a las cuatro de la tarde a mi apartamento, esta vez aguardo junto a la calle, lo cual fue un gesto que agradecí, necesitaba que respetara mi espacio luego de lo sucedido. Cada vez que recuerdo la forma en que cuidó de mí el pasado día o como me llevo cargada a la cama mi rostro enrojecía en su máxima expresión, debido a ello, aún no he sido capaz de agradecerle en persona por toda su ayuda de ayer.
Íbamos juntos en el coche, ninguno de los dos hablaba y me costaba dar el primer paso. Justo como dijo Alex, traje ropa cómoda de playa: una playera blanca, un short y mis usuales zapatillas deportivas, él no estaba mucho más formal que yo con su pantalón de mezclilla y un ajustado pulóver.
— ¿Por qué vamos a esta hora a la playa? — logro preguntar al final— No es muy tarde para las fotos.
—Lo entenderás cuando lleguemos.
Tras estas últimas palabras llegó el final de nuestra breve conversación, reinó el silencio en la media hora que nos quedó de camino. Llegamos a la playa alrededor de las cinco de la tarde cuando ya todas las personas se encontraban marchándose, solo se divisaban dos o tres familias que aun disfrutaban de la tranquilidad del mar. Me quito las zapatillas y las sostengo con las manos, no quiero que se ensucien. Nunca me ha gustado la sensación de la arena en mi piel, pero no me queda más remedio que aguantarlo sin quejarme.
A diferencia del Central Park, esta vez Alex retira del auto la bolsa con su cámara fotográfica y una gran manta envuelta, con suma delicadeza la extiende a la orilla del mar y coloca el resto del equipo sobre ella. Se sienta en un extremo de la manta y cuando ve que no me muevo me dirige la palabra.
—Será mejor que tomes asiento, estaremos en este lugar un par de horas y dudo mucho que quieras pasarlas de pie.
Ante su sarcasmo, tomo lugar justo en el sentido contrario a donde él se encuentra.
— ¿Y qué se supone que debemos esperar?
—Lo verás en un rato.
Sus respuestas cortantes y el prolongado misterio me estaban sacando de mis casillas, por lo que respiro hondo y cuento hasta diez para relajarme. Ya las últimas personas de la redonda comenzaban a marcharse, solo quedábamos nosotros dos en varios kilómetros de playa. Con total discreción le miro por el rabillo del ojo, se ve sereno, tranquilo, a pesar de que su rostro no muestra ningún tipo de emoción. Solo se halla ahí sentado contemplando el mar. Carraspeo mi garganta para llamar su atención y consigo que me mire, no lo pienso dos veces, trago mi orgullo como algo que necesito hacer.
—Muchas gracias por tu ayuda de ayer, lamento haber sido una real molestia.
No dice nada, me observa, me sigue observando y comienzo a sentir mis manos sudar de los nervios. Cuando estoy a punto de mencionar algo más con tal de que reaccione, me sorprende mostrando una radiante sonrisa, la cual no había visto en su rostro desde nuestros días de escuela juntos y mi corazón comienza a latir.
—La gran Abby Blaine tragándose su orgullo para agradecerme a mí, jamás pensé que viviría para ver este día—se mofa y yo como una total idiota vuelvo a sonrojarme— No tienes por qué dar gracias, no me hubiera atrevido a dejarte sola en ese estado.
Ya su voz no es de burla ni divertida, es la del viejo amigo que perdí hace tantos años, siento como el pecho se me oprime y me cuesta respirar, no obstante, una parte de mi subconsciente no deja de gritar que soy el acto de caridad de Alex Meelark.
— ¿Por qué te marchaste? —Ni siquiera pienso en la pregunta hasta que es demasiado tarde, rápidamente me retracto—Olvídalo, he sido muy indiscreta y poco profesional, no volverá a suceder.
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Perfecto Canalla
RomanceÉl no estaba dispuesto a dejarla ir, ella no volvería a caer en sus manos.... por muy dulce que fuesen sus caricias