Capítulo 28

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Mario me mira fijamente, no habla, tan solo procesa mis palabras, dudo mucho que esperase que yo llegara interrogándolo de esta manera.

—No sé a qué te refieres—contesta, sin embargo, la sonrisa en su rostro me da a entender que sabe claramente de lo que hablo.

—Escucha Mario, no soy idiota y tampoco creo en las casualidades, así que más vale que me comiences a explicar porque tanto tú como Alex tienen el rostro hecho un desmadre—bajo el tono de voz, ahora es más una súplica que una exigencia—Merezco saberlo.

Veo que mi amigo duda por unos segundos hasta que finalmente se decide. Se sienta en el sofá y con unas palmaditas sobre los cojines me indica que ocupe el lugar junto a él. Tanto misterio comienza a desesperarme.

—Te juro por lo más sagrado que solo deseaba conversar con él y esclarecer la situación—su confirmación es como la calma antes de la tormenta— No podía perdonarle haberte hecho llorar.

Toma aire, parece que piensa detenidamente en lo que me dirá, mi amigo no habla y la imagen de él llegando a casa la noche del sábado todo golpeado y con un bate en las manos me llena de temor.

—Dios, por lo que más quieras en este mundo dime que no golpeaste a Alex con el bate de béisbol.

Mario parece horrorizado ante mi suposición.

— ¡En serio Abby, no soy tan bestia! El bate ni siquiera era para golpearle a él.
Por la manera en que cierra los ojos justo después de terminar la frase, puedo intuir que se arrepiente de sus palabras.

—Mario Abreu, solo lo preguntaré una vez y quiero la verdad ¿para qué era el bate?

—Ok, te voy a decir, pero debes prometerme no molestarte—como ve que no digo palabra continúa hablando, mis nervios suben por segundos solo de pensar en los problemas que pudo haberse metido mi amigo—Alex estaba en su apartamento y no sabía cómo llamarle o como entrar en el edificio, no quería que nadie supiese que yo estaba por ahí por lo que no le pedí al portero que le llamara. Esperé pacientemente a que bajará y cuando por fin lo hizo se veía muy enojado. Se negaba a verme, solo repetía una y otra vez que necesitaba ver a su abogado a toda prisa, que me lo iba a explicar todo en otra ocasión, pero yo soy terco y quería hablar en ese momento así que para llamar su atención saque el bate de una mochila que llevaba y…

— ¿Y qué? —pregunto alzando la voz, la narración de Mario comenzaba a ponerme de los nervios.

—Golpee el parabrisas del Aston Martin con el bate.

Me quedo mirando a la nada durante unos segundos, caigo en la cuenta que no vi el lujoso Aston Martin por los alrededores de la galería mientras estuve allí esta mañana. Veo como Mario me observa un poco preocupado a la espera de una respuesta, quizás de algún regaño, sin embargo, cuando voy a responder solo consigo que salga de mis labios una sonora carcajada.

— ¡Dios!, te has vuelto loca—exclama mi amigo preocupado y puede que tuviese razón.

—Loco te has vuelto tú—contesto intentando contener las lágrimas de la risa.

—Por lo menos logré llamar su atención.

—Te puede demandar—señalo lo obvio.

—No lo hará, creo que le ha bastado con dejarme la cara hecha un lio.

— ¿Y el coche?

—Eso sí me ha dolido dejarlo hecho añicos—se lo piensa unos segundos—Bueno, quizás no tanto, el punto es que logré que me explicara todo, está hecho polvo, luego me golpeo por lo del coche y más atrás lo hice yo por no saber aclarar las cosas y porque me dolió la herida del labio.

Perfecto Canalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora