Capítulo 10

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Mierda llego tarde, doy vueltas por mi apartamento como si fuese el correcaminos huyendo del coyote. Con todo el trabajo de los últimos días olvidé por completo que hoy llegaba un viejo amigo de Europa y debía ir a buscarle al aeropuerto, por suerte preparé su habitación casi al mismo tiempo en el que me mudé a este sitio. Mario ha servido los últimos tres años como militar en algún país de Europa y, finalmente, regresaba a casa. Como aun no conseguía sitio para alojarse, brinde mi cuarto de huéspedes para que pasase el tiempo que necesitara y a cambio dividiríamos a la mitad los gastos de la casa.

Salgo de mi apartamento y tomo el primer taxi que encuentro al aeropuerto, el vuelo de Mario debió de haber aterrizado hace diez o quince minutos, en otras palabras, iba extremadamente tarde a recogerlo. No logré pegar ojo en toda la noche luego de la despedida de ayer con Alex, no dejo de preguntarme ¿por qué hizo eso? ¿Por qué se burla así de mí? Y lo peor de todo ¿Por qué me quede tan tranquila cuando fue a besarme? La respuesta a esto última vino como una estrella fugaz a mi pensamiento: En el fondo lo deseaba, el hombre me atrae mucho y provoca corrientes de electricidad por mi cuerpo, por ello, debo permanecer alejada de la tentación de sus manos.

Por lo menos debido a mi retraso para recibir a mi amigo no me vería obligada a esperarle mientras él pasaba por los controles de la aduana. Bajo del coche y pido al taxista que aguarde un tiempo, así no tengo que preocuparme buscando un nuevo vehículo para el regreso. Debo proponerme comprar por lo menos un auto de segunda mano cuando gane un poco más. Observo a un grupo de personas salir por las puertas, pero no veo a Mario entra la multitud, confirmo en la tabla de vuelos y efectivamente los pasajeros de Europa desembarcaron hace alrededor de media hora. Una mano me agarra por la parte trasera de la cintura haciéndome dar un sobre salto.

— ¿Te gustaría que te invite a una copa preciosa?

Giro para mandar al hombre a la mierda y darle una buena bofetada, pero al encontrarme a un sujeto alto, trigueño, de cuerpo delgado, aunque bien definido y vestido completamente de verde, no me queda más remedio que reír.

—Serás idiota Mario, imagina que te hubiese golpeado como pensaba hacer.

—Aún te falta mucho para eso enana—responde mi amigo mientras me envuelve en un fraternal abrazo.

Era mi mejor amigo desde niños. Estuvimos muchos años distantes, aunque de vez en cuando nos comunicábamos por mensajería. Era muy bueno verle una vez más en persona.

—Vamos, el taxi espera.

Le ayudo con el poco equipaje que trae y, en el camino de regreso, nos ponemos al día de lo que ha pasado últimamente. Le cuento sobre mi trabajo y el plazo para la nueva exposición obviando algunos detalles, en específico a Alex. Sé que si Mario se llega a enterar no dejará de molestarme con ello, sobre todo porque ha escuchado anécdotas de él por parte de Elena.

Llegamos a casa y ayudo a Mario a llevar el equipaje a su nueva habitación que se encuentra justo al lado de la mía.

—Deberías tomar un baño y descansar un poco, de seguro ha sido un viaje largo.

—Te tomo la palabra con lo del baño, pero dejemos el descanso para luego, prefiero pasar tiempo con mi amiga.

Salgo de la habitación para que se acomode bien y desempaque sus pertenencias, como es mi día libre decido cocinar la cena temprano. La noche comienza a caer y finalmente Mario sale de su habitación bien aseado vistiendo unos pantalones de pijama y una camisa desmangada.

—Que bien te asienta bañarte—bromeo.

—He traído un regalo, podemos probarlo luego de la cena—dice a la par que muestra una botella de vino tinto que sostiene entre sus manos.

—Genial.

—Por cierto, ¿Tienes alguna amiga para presentarme?

—Tú no cambias, como siempre, directo al grano.

Cenamos unos macarrones mientras seguimos contándonos sobre nuestras vidas estos últimos años, por lo visto la carrera militar no le iba nada mal a mi amigo, pero deseaba un poco más de calma y tiempo para el mismo. Sentados en el sofá tomamos el exquisito vino cuando siento el timbre de la puerta sonar.

— ¿Esperas a alguien?

—Para nada, estoy igual de sorprendida que tú.

Voy camino a la entrada y cuando abro la puerta me quedo de piedra al ver la imponente figura de Alex ante mí.

—Siento la hora, pero necesito hablar contigo.

—No creo que sea un buen momento, si es algo de trabajo puede esperar a mañana la oficina—no quiero que se tope con Mario.

Intento cerrar, pero me lo impide con su mano y entra al recibidor.

—Mira Abby, no es trabajo, he estado pensando todo el día en una excusa para hablar contigo y al no encontrarla he decidido ser claro y directo, punto.

Sus palabras me llenan de nervios y curiosidad, siento como mi garganta se reseca.

— ¿Y qué es tan urgente?—deseo saber.

—Sobre ayer yo…

—Eh preciosa, ¿algún problema?

La voz de Mario se hizo escuchar desde la espalda de Alex, el rostro de este último se descompone convirtiéndose en una fría mascara de hielo difícil de descifrar.

—Perdona, no sabía que tenías compañía— ya sus palabras no están cargadas con la gentiliza y color del inicio, sino con desprecio—Tienes razón, hablamos en la oficina, de todos modos, no era nada importante. Hasta la próxima señorita Blaine.

Sale dando un portazo sin ni siquiera darme el derecho a hablar, su comportamiento ha adquirido el distanciamiento que intentaba implantar yo entre ambos desde un inicio y, sin embargo, me siento desconcertada y dolida con ello. No puedo parar de imaginar lo que me diría, sus ojos parecían tan vulnerables como quien intenta mostrar un pedazo de su corazón.

—Creo que hay mucho que no me has contado aún—indica Mario —Espero tu historia.

Y regresa al sofá dejándome parada observando la puerta por la que segundos antes se ha marchado Alex.

Y regresa al sofá dejándome parada observando la puerta por la que segundos antes se ha marchado Alex

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Perfecto Canalla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora