Estoy algo inquieto porque cité a Ariadna a la cafetería donde trabajo después de la universidad.
Hace una semana conseguí este puesto gracias a mi abuelo, queda bastante cerca de la casa de él, como a unas cinco cuadras.
Limpio un poco la barra de madera color caoba y respiro varias veces.
—¿Nervioso galán? —veo a Marina acercarse y sonrío. Ella era una de las empleadas más antiguas del lugar, tenía quizás unos cincuenta y dos años.
—No —digo recargando uno de mis brazos y con mi otra mano jugueteo con el limpion.
—¿Ah, sí? —me golpea el hombro —A mí no me engañas guapo, sé qué esperas a una chica —sonríe más y ella se da cuenta que lo que dice, es verdad —¿Cómo es?
—Demasiado tierna.
—Uh, eso sí es peligroso —dice recostando sus codos sobre la barra. Había pocas personas a esta hora, un señor tomando café y una chica en la otra esquina leyendo un libro con otra taza de café, por lo general así eran los lunes por la tarde.
—¿Peligroso? —pregunto pensando en una posible respuesta.
—Porque el tipo de chica así, enamoran hasta el alma —arrugo mi nariz al mismo tiempo que sonrío —Sí, Andrés, pero es solo con el chico correcto.
—¿Qué pasa si llega a caer en manos incorrectas y ella es el ser más dulce e inocente? —cuando digo esas palabras el rostro de Ariadna se me viene a la cabeza, su cabello espeso y ondulado, su sonrisa sincera y dulce, su voz vibrante como el sol, definitivamente se está haciendo parte de mis pensamientos. Creo que me estoy volviendo loco, si apenas la conocí hace un par de horas.
Marina quita la mirada de mi rostro para ver sobre el vidrio de la gran ventana que tiene enfrente la cafetería. Suspira y ladea su cabeza.
—Pues esa tierna e inocente señorita, sería una alma rota, destruida y sin vida —me vuelve a ver —Su ternura se perdería, su esencia moriría, y entonces todo habrá acabado —entreabro mi boca, trago saliva y vuelvo a entreabrirla.
—¿Pero crees qué eso pase?
—Mira Andrés, te lo pondré de esta forma. Supongamos que tú tienes un vivero y siembras una semilla con la esperanza de pronto tener un hermoso árbol —asiento con la cabeza —La comienzas a regar para que brote un ser vivo, poco a poco vas viendo que tu esfuerzo tienen resultados, desaparece aquella tierra marrón y sale una linda e indefensa plantita de color verde tierno. Te pones feliz, ¿no? —sigo asintiendo con la cabeza escuchando cada detalle de su historia —La sigues cuidando todos los días, esperando que crezca sana y muy hermosa, hasta el día en que decís que ya es hora —Marina suspira —Es hora de que pase en manos de una persona que la cuide igual que tú, ¿pero qué pasa si no es así?
—¿Se seca?
—¡Exacto! —dice levantando su dedo índice para saber que conteste correctamente —Eso pasa con cada ser vivo, si estas en manos equivocas, te secas, te mueres, pero si estas en las manos correctas, floreces, brillas, simplemente eres feliz —mis ojos se humedecen un poco y siento muchas ganas de llorar, pero me retengo, porque sé que Ariadna puede aparecer en cualquier momento, y no soportaría que me mire de esa forma.
—Entiendo —digo bajando mi mirada y manejando el nudo que se formó en mi garganta.
—Así que ten cuidado, Andrés —me da unas palmaditas en la espalda —Sé que eres un buen chico, te conozco desde que eras un chiquito casi rubio cuando venías con tu abuelo por aquí —subo mi mira sonriendo —Parecía que no se te gastaban las energías, eras todo un volcán en erupción —mi sonrisa pasó a risa.
ESTÁS LEYENDO
Querida Idónea. (Borrador)
SpiritualAndrés, aparentemente lo tenía todo en la vida, hasta que un día se dió cuenta que nada de lo que tenía, lo llenaba. Su busqueda y relación con Dios le enseñaran que si bien es cierto, los caminos del señor no son fáciles, traen recompensas eternas...