Capítulo 24.

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Salimos de la casa de los abuelos de Ariadna con una sonrisa y el corazón lleno, jamás pensé que un domingo soleado de marzo, ella sería mi novia, definitivamente este año no estaba en mis planes encontrar a esa chica que hiciera mi corazón latir, pero pasó, Dios tiene planes diferentes para mí y solo quiero dejarme llevar por dónde él quiera llevarme.

Giro mi rostro viéndola, me sonríe mientras mis ojos se encargan de descubrir cada aspecto nervioso que le genero. Estoy enamorándome más de ella, y no quiero parar, no quiero.

Dejo de verla para doblar por una curva de la carretera, antes de salir de la casa de sus abuelos, me pidió que condujera yo, sé que todavía por algunos lugares está lloviznando, y ella no se siente muy segura manejar con humedad.

Suspiro y regreso mi mirada a ella.
Sus rizos ondulados se mueven al compás del viento, su rostro viendo cada paisaje que dejamos atrás.

Cierra sus ojos y deja caer con toda confianza su cabeza sobre el respaldar de su asiento.

Estoy feliz de pasar todo el fin de semana con ella, y sobre todo, terminar el domingo con buena compañía.

—¿Crees que llegaremos a tiempo? —ella abre sus ojos y mi corazón se detiene, hay un brillo especial en ellos, es como un toque de felicidad.

—Si no es así, encargamos una tú y yo —me sonríe y yo internamente exploto. No puedo explicar las cosas bonitas que me hace sentir Ariadna.

—Me parece genial —digo regresando mis ojos sobre la carretera.

Faltaba poco para llegar a casa, quizás unos cuarenta y cinco minutos.

Ariadna me había invitado a comer pizza con su familia, me contó que es una vieja costumbre familiar, y todas las noches de domingo, lo hacían.

Cuando mi padre era una ser de luz, también teníamos una costumbre familiar, y era visitar al abuelo y reunir a mis tíos, para comer pasta y reírnos un poco de lo malo de la vida.

Pero es obvio que todo cambio después de lo que ocurrió con él.

—¿Estás bien? —pregunta tras un suspiro que saque. No sabía que me estaba observando.

La miro algo sorprendido y le sonrío.

—Creo que sí.

—¿Seguro?

Niego con mi cabeza y quiero parar el vehículo, pero no puedo, ya no queda nada para entrar a la ciudad.

Siempre que recuerdo a mí padre un dolor se apodera de mi pecho.

—Es que recordé a mi padre —ella recuesta su cabeza en mi hombro y siento como su olor hace que mis pensamientos pasen de tristes a felices.

Ella es mi novia, se podría decir, y no hay nada en el mundo que me haga dudar de la decisión que tome.

Es la más correcta que he tomado.

Sé que nos falta mucho camino por recorrer, pero hoy puedo agradecer a Dios por esto, por haberme regalado a un ser súper amoroso y dulce.

Necesitaba averiguar más sobre el amor, y con ella lo estoy haciendo.

—Intenta recordar lo bueno —dice levantando su cabeza de mi hombro.

No puedo seguir recordando lo bueno, duele más, porque cuando me doy cuenta del hombre en que se ha convertido, me recrimino una y mil veces por no poder detener el tiempo, y dejar al tipo bondadoso que fue.

—No creo que sea lo más conveniente —mis ojos se enfocan en cada coche que aparece como un videojuego de carreras. Arrasando con toda la carretera.

Querida Idónea. (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora