Capítulo 29.

307 61 92
                                    

Su cabello se desliza al compás de sus movimientos, suave y ligero. Gradualmente se vuelve a añadir sobre su mejilla humedad por el rocío de la noche. Es tan hermosa que no sé cómo sentirme, a veces seguro, a veces inseguro.

Y es esa inseguridad que me ha ganado en este día, el no poder tratarla como se merece, en no ser digno de ella.

Intenté hacerlo, intenté pensar que nada me perturbaba, que estaba listo para tener una relación, pero no fue así, pese a que pasé toda mi vida huyendo de formar una conexión especial con una chica, con Ariadna no lo pude evitar, como no pude evitar lastimarla también.

Mis ojos se enfocan en ella mientras camina.

Su seriedad me aturde y no fue hasta que llegamos a la puerta de la casa que la detuve.

—¿Podemos hablar después de esto? —sus ojos se clavan en mí. Parece un ángel con el resplandor de la luna. Sus rizos rojizos se ven casi en un tono dorado.

—Dejemos esto así, ¿quieres?

—¿Por hoy?

—Solo por hoy.

—¿Me lo prometes? —la veo bajar su rostro con un toque de tristeza.

Subo su barbilla para verla de nuevo y puedo ver que sus ojos no quieren buscarme, no pretenden hacerlo.

—¿Estás molesta? Sé que es una pregunta idiota, pero ¿qué sientes ahora?

Mueve su cabeza un poco y ahora si me ve. La veo presionar sus labios ligeramente, hasta que se abren.

—Siento que no te conozco —cierro mis ojos y mi cabeza se inclina a un lado, se queda estática al igual que mi corazón.

Me parece una respuesta terriblemente sincera.

"Siento que no te conozco"

¿Es verdad?

Sí, un total sí, ni yo mismo me reconozco muchas veces, nada de lo que yo haga va a cambiar la forma tan áspera, que de vez en cuando sale como un demonio urgido por lastimar a los que más amo.

—¿Qué sientes tú ahora?

Subo mis ojos, me doy cuenta que había bajado mi mirada sin intención de hacerlo.

—Decepción de mí mismo, lastima...

Ella hunde su ceño.

—¿Lastima?

Asiento con mi cabeza.

—Ariadna, te lo dije, todo esto me persigue, el miedo, te lastime, está bien —mi voz casi se quiebra y estiro una de mis manos señalando cualquier parte —Todo esto me abruma, me abruma no poderte hacer feliz sin poder cumplir una semana de novios, fue cuestión de días para que te lastimara, ¿todavía dudas de lo que te dije aquella noche? Lo ves, ¿lo estás viendo? Soy un idiota, un total fracaso, la sombra de mi padre no me deja en paz.

—Entonces huye de ella — sus ojos me ven molestos y decepcionados.

—No puedo.

—Dios es la clave.

—No ahora.

—¿Dudas?

—Dudo que te haga bien a ti, dudo de todo, este soy yo —pego mi mano a mi pecho —Este manojo de sentimientos negativo soy yo, no aquel —estiro mi mano para señalar de nuevo a cualquier lugar —No soy el tipo que te trató con ternura, que te vio con ojos de enamorado, que trató de mostrar su mejor rostro, porque una chica de ensueño ni siquiera lo dejaba pensar, no soy ese tipo, no soy el tipo que alucina con una relación, no, porque sé que todo se va ir cuesta abajo y entonces...

Querida Idónea. (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora