Veo a Andrés dormir tan tranquilo, su respiración suave y con un ritmo relajado, es temprano aún, me desperté para tratar de hacer el desayuno, pero no alcanzo la alacena de la cocina. Intenté poner una silla pero mi brazo corto no alcanzó la harina para los panqueques, y la estufa de la cocina ¡Por Dios! Sentí que me tragaba viva si me le acercaba, en resumen, salí huyendo de todo eso como una cobarde y mal cocinera que soy. Y vengo aquí, a tratar de molestar a este precioso chico, para que sea el guerrero con espada, que destroza cocinas poseídas y alacenas del tamaño del árbol del cuento de los frijoles mágicos.
Me subo a la cama y me acerco de rodillas hasta llegar a Andrés, no quiero despertarlo haciendo que se asuste, mi intención es que abra los ojos con naturalidad. Así que me recuesto cerca de su almohada y acaricio su cabello. Sonrío, es inevitable asombrarme por lo dulce y guapo que es.
Alicia tenía razón en todo, en que yo le gustaba, en que él me gustaba, no tendré cara para presentársela cuando descubra todo esto. Le dije aquella noche que nunca iba a pasar nada entre Andrés y yo, pues bien, creo que fue un castigo divino por apresurarme a los hechos.
Andrés se remueve y abre sus ojos poco a poco con una sonrisa.
—¡Buenos días! —digo feliz de saber que su humor está al cien.
—Buenos días —responde —¿Qué hora es? —pregunta tratando de no cerrar los ojos. Se nota que está cansado todavía.
—Son las seis y media de la mañana.
—Con razón tengo sueño—ríe.
Mojo mis labios y abro mis ojos haciendo una mueca y soltando una risa también.
—Discúlpame por despertarte tan temprano, es que pensé en hacer el desayuno, pero todo se me vino abajo —él se remueve tomando la almohada abrazándola.
—¿Cómo así? —pregunta tratando de entenderme.
—Pues verás, las alacenas de esta casa, son un caso especial, y ni se diga la cocina, mi abuela lo tiene todo bien alto porque ella nunca supo que era el subsuelo —Andrés sonríe —Y también te confieso que tengo un poco de fobia a esa cocina, de niña me queme por tratar de hacer lo mismo que quiero hacer ahora—arrugo mi frente haciendo un gesto de derrota —Soy un desastre —digo suspirando.
—Tú no eres un desastre —dice subiendo su mano y acariciando mi mejilla —Yo te ayudo, ¿sí? —palmeo mis manos feliz y sonrío levantando mis hombros. Eso era lo que quería escuchar.
—Entonces, ¿vamos?
Él asiente y se levanta de la cama con todas las energías del mundo.
Bajamos a la cocina, y se detiene viendo cada detalle de ella.
—No hay monstruos y es agradable, antigua, pero agradable.
—¡Oye! —chillo fingiendo indignación —No había uno, había muchos de ellos por todos lados.
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Querida Idónea. (Borrador)
SpiritualAndrés, aparentemente lo tenía todo en la vida, hasta que un día se dió cuenta que nada de lo que tenía, lo llenaba. Su busqueda y relación con Dios le enseñaran que si bien es cierto, los caminos del señor no son fáciles, traen recompensas eternas...