Capítulo 13.

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Despierto con unas ganas inmensas de vomitar, me duele toda la cabeza y me da vuelta el lugar donde estoy

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Despierto con unas ganas inmensas de vomitar, me duele toda la cabeza y me da vuelta el lugar donde estoy.

Me siento, y la luz de las ventanas me golpea como si fuera un puñetazo del mejor boxeador.

—¡Ay! —exclamo y me inclino para echar afuera todo lo que tengo en mi estómago —¡Carajo! —digo molesto por la pesadez de mi cuerpo. Trato de levantarme y vuelvo a caer con mi espalda sobre el sillón donde había despertado. Intento otra vez levantarme, y me sostengo de una silla de madera que está cerca de mí. Mis pies tabalean y me inclino tendiendo un poco de estabilidad reteniendo un fuerte malestar que pasa por mi garganta. Regreso a mi posición y me siento débil, muy débil, no doy ni un paso más.

Trago saliva y mis ojos caen sobre la cama, veo a un tipo casi semidesnudo.

Hundo mi ceño y ya no entiendo nada.

¿Qué hice anoche?

No recuerdo absolutamente nada y eso me da mucha frustración.

Gruño muy fuerte, tanto, que el tipo se remueve y levanta la mitad de su cuerpo.

—¡Andrés! —dice con una sonrisa de felicidad que nadie se la quita —No sabes el buen sexo que tuve anoche fue...—le muestro una de las palmas de mis manos y él se detiene, con la otra sostengo mi estómago, creo que otra vez voy a vomitar.

—Necesito un analgésico —digo cayendo al suelo sin nada de fuerzas.

Michell llega hasta donde estoy y se inclina preocupado palmoteando mi rostro para que no cerrara mis ojos.

—Bro, no te mueras —dice con sus ojos mojados.

—No me estoy muriendo —digo con mucho dolor en mi estómago.

—¿Y entonces por qué quieres cerrar los ojos? —niego con mi cabeza, ya no podía hablar —Lo sabía, sabía que esa droga no era buena para ti.

—¿De qué hablas? —pregunto casi susurrando.

—Mira, yo te voy a decir algo bro, Paola es la culpable de todo esto, yo solo le seguí la corriente para tener sexo gratis, mira que esos pechos no se encuentran a la vuelta de la esquina.

—Eres asqueroso —digo arrugando mi rostro.

—¿¡Estás loco!? —grita molesto —¿En serio Andrés?, esa chica muere por ti, ¿y tú solo puedes decir, que sus pechos son asquerosos?

—Yo no he dicho que son asquerosos —digo pegándole un manotazo en el rostro. Está viendo que no doy para más, que estoy tendido en el piso quejándome y solo puede hablar de los enormes senos de Paola —No quiero escuchar estupideces de tu mente retorcida, que solo piensa en sexo —cierro los ojos y él toma mi cabeza acercándola a su cuello y haciéndose el dramático.

—¡Bro, no! —chilla.

—Consígueme un analgésico pendejo, y deja de llorar —digo susurrando. Le quería gritar, pero mis fuerzas no daban para eso. Michell se aparta de mí sonriendo y me ayuda a levantarme para dejarme sobre la cama.

Querida Idónea. (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora