Capítulo 19.

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Tocan el timbre y bajo muy rápido por las escaleras intentando ser yo quien abra a Ariadna, pero el abuelo con sus setenta y cinco años, llega primero.

Me mira muy intrigado y abre la puerta.

—¡Buenos días! —él quita sus ojos de mí, y los coloca en el bello rostro de Ariadna.

Hoy luce hermosa, su cabello lo lleva enrollado en una moña y su rostro esta tan natural, que me hace compararla con los mismos ángeles.

Bajo mi mirada a sus manos y carga una pequeña canasta de mimbre, encima de ella, un mantelito con rayas grandes rojas.

No sé por qué, pero me acorde a una de las escenas del oso Yogui.

Sonrío y muerdo mi labio inferior mientras el abuelo no sabe qué decir.

—Buenos... muy buenos días señorita —suelta al final con entusiasmo —¿Buscaba a alguien?

Ella sonríe y sus ojos brillan tanto, que mi corazón comienza a trabajar emocionado.

—Sí —dice mostrando sus dientes —Soy Ariadna, amiga de Andrés —el abuelo inmediatamente despega sus ojos de ella, y me ve a mí con cara de no lo puedo creer.

—¿A mi Andrés? —hago una mueca de como si estuviera en problemas, y la verdad que lo estoy, porque aparece mi madre a la escena.

—¿Quién busca a mi hijo? —ella apresura sus pasos sacudiendo sus manos de la harina que se le pegó como plastilina. Me ve con su ceño fruncido, luego mira a Ariadna, y hace la misma reacción del abuelo —¡Vaya! —quita la mirada de ella y ve los ojos grises del abuelo. Comunicándose entre sí. Sabía que esto iba a pasar, nunca habían sabido de una chica que me gustara o fuera mi amiga, y el hecho de que este esta dulzura enfrente de ellos, era un milagro divino. Mi madre pone sus manos a la boca por unos segundos saliendo del trance en que estaba cayendo y pega un grito de emoción quitando la mirada del abuelo —¡Pero pasa! —dice a Ariadna —toma una de sus manos y la jala hasta adentro cerrando la puerta. Se vuelve a limpiar la harina, esta vez, sobre su delantal que la hacía lucir como la mejor pastelera —Disculpa, no nos hemos presentados, soy Gema, madre de este bello chico —me apunta con una de sus manos y yo no puedo evitar sonrojarme. Ariadna me vuelve a ver y sonríe. Hay un poco de rubor sobre sus mejillas y nariz. Sé que la reacción del abuelo y sobre todo la de mi madre, no son tan normales que digamos. Parecen dos seres adictos por el azúcar, dispuesto a devorar el último pastelito que tienen enfrente.

—Mucho gusto —dice Ariadna extendiendo su mano y mi madre la toma —Es usted muy amable, y sobretodo muy bonita —sonrío, mi madre baja su mirada apenada y también sonríe, ella se había acostumbrado a los maltratos de mi padre, tanto, que ya no creía en ella, en lo que era capaz de transmitir a los demás.

—Gracias —dice viéndola con sus ojos mojados, estoy seguro que esta emocionada —Tú también eres muy bonita, en serio que sí lo eres —se le acerca y la abraza —¡Bienvenida! —arrugo mi frente y meto mis manos a los bolsillos de mi sudadera haciendo muecas habidas y por haber. Conociendo a mi madre como la conozco, sé qué iba después de ese "Bienvenida"

Ella me guiña un ojo mientras mantiene su barbilla sobre el hombro de Ariadna. Niego con mi cabeza pegando mi mano a la frente. Tratando de no mostrarme nervioso.

—Gema, pero déjame presentarme —dice el abuelo sonriendo y despegando a mi madre de Ariadna. Ella lo hace, da lugar al abuelo y él se inclina envolviendo a Ariadna entre sus brazos —Soy el abuelo y me puedes llamar abuelo. Solo déjame decirte que eres lo que tanto le orado al señor para mi... —abro mis ojos y le hago de seña que parara. Mi corazón se acelera y pienso que soy hombre muerto cuando él solo sonríe y mi madre lo acompaña —Digo... —dice tratando de no dejarse en evidencia —Eres una linda chica y estoy feliz de que seas amiga de mi único nieto.

Querida Idónea. (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora