Capítulo 25.

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El domingo por la noche trabajamos hasta las nueve con Ariadna sobre el trabajo del profesor Wang, no queríamos estar cerca del viernes para entregarlo, o sentirnos presionados en la clase recolectando ideas, con todo el alboroto que a veces hacen los estudiantes en el laboratorio de tecnología, pasamos.

Así que nos tomamos la tarea de hacer una marca propia, Ariadna tiene ideas muy específicas y geniales. Podría decir que sorprenderá a todos.

Me encanta tanto que ella brille con luz propia, que se haga notar a pesar de todo. No logro imaginar los idiotas que la trataban de opacar, solo por sentirse inferior a ella.

Parqueo el auto y cierro los ojos antes de salir de él.

Recuerdo el rostro de satisfacción de Alicia cuando estuvimos una media hora sentados sobre un sofá frente a ella. Nos sentíamos tan incómodos, que tuvimos que alegar que teníamos que trabajar mucho en un proyecto de clases. Y era así. Otra persona que estaba feliz y su sonrisa fue inevitable está mañana, fue el abuelo, sabía que había pasado algo maravilloso por como se quedaba en silencio disfrutando de cada gesto nervioso mío.

No les he contado nada.

Pero me dijo que me notaba diferente.

Mamá solo supo decir: Feliz.

Bueno, sí me siento feliz, hace años no sentía el sabor de la felicidad, porque aun sabiendo que no estamos tan bien económicamente, y que no queremos más ayuda del abuelo, aparte de hospedarnos en la casa, siento que no me falta más nada.

Estoy reuniendo las propinas que me dan en el café los días que voy, para comprarle a mamá una máquina especial para que haga sus bordados que tanto le gusta.

Ella está trabajando con un par de amigas en un hotel de camarera.

Aunque no me diga nada, sé que no lo disfruta, y no quiero que siga en algo que no le gusta.

Estoy seguro que si comienza su negocio propio, se sentirá más feliz.

Abro los ojos y bajo del auto.

Quedé de verme con Ariadna aquí, y no existe chica más puntual, que ella.

Veo su Volvo aparcarse y bajar moviendo sus llaves.

Me acerco a ella con una sonrisa y le doy un fuerte abrazo, ella me retribuye haciendo lo mismo.

Me suelto un poco, dejando un espacio entre su cuerpo y el mío, y me inclino besando con ternura su mejilla.

—¿Dormiste bien? —pregunta antes de despegar mis labios de su piel. Acaricio la zona que besé, y le sonrío.

Mi corazón empieza a latir como loco y no puedo parar de sentir cáliz en mi interior.

—Sí, y tú —ella mueve su cabeza dejándose acariciar por mí.

—Un poco de pesadilla al inicio, pero después todo bien —hundo mi ceño.

—¿Pesadillas? —pregunto mientras agarro su mano para entrelazarla con la mía y que caminemos al edificio para buscar nuestra primera sala de clases.

—¿Es que sabes? —ella mueve nuestras manos entrelazadas y me parece lo más tierno —Las mellizas bajaron después que te fuiste furiosas porque no habían comido pizza, me parecía raro que no hubiesen bajado antes —recuerdo la última vez que mire a una de ellas, fue demasiado intensa al verme, tal como si yo fuese el último pedazo de dulce de una pastelería.

—¿Y qué pasó entonces?

—Pues al parecer estaban en una pijamadas con dos de sus mejores amigas, y aprovecharon para bajar cuando estas, se durmieron, luego William puso otra película, y era de zombis y eso —arruga su rostro y hace una mueca con su mano libre —Y yo detesto esas películas, porque después no puedo dormir.

Querida Idónea. (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora