3 - Llamada

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•Alex•

Me gusta mucho pensar en ella, y al mismo tiempo me molesta no poder sacarla de mi cabeza.
Nunca me había sentido así por una estudiante y es jodido, lo sé, porque es muy inmoral de mi parte, pero Piper es linda.
Más que eso, es preciosa.
No puedo olvidar el desdén con el que me trató cuando vio que trabajo en el café, y aunque su actitud ridícula me hizo enfadar de momento, creo que es algo con lo que yo tendría muy buenas formas de lidiar en la cama.
Sonrío y bebo un sorbo de mi copa de vino, seguramente me está provocando todos esos pensamientos respecto a ella que llegan como una ráfaga a mi cabeza. El calor del alcohol recorre mi garganta haciéndome sentir más ligera en todo aspecto.
¿Cómo será tenerla cerca por más tiempo? Pero cerca de verdad, no solo sentada en la fila del frente provocándome, porque la chiquilla es bastante evidente en eso, si no, tenerla cerca, sentir sus labios de nuevo, su piel... Me estremezco solo de imaginarme lo bien que debe solo oler incluso todo su cuerpo...
Me siento en el sofá dejando caer mi cabeza en el respaldo, si tan solo ella fuera al menos diez años mayor o yo tuviera diez años menos, tal vez nos habríamos encontrado en un momento más adecuado.

El teléfono fijo suena, pero al diablo, no tengo ganas de responder y pienso que debí haberlo desconectado así como apagué mi celular, pero dado que nadie llama, lo olvido la mayoría del tiempo. Dejo que la llamada vaya directamente al buzón de voz.
Cuando el bip suena de que está llegando un nuevo correo de voz, mi piel se eriza al escuchar que precisamente la razón de mis pensamientos desmedidos es quien ha decidido llamarme esta noche.

***CORREO DE VOZ***

*Contestadora: "Hola, soy Alex. No puedo responder ahora, pero deja tu mensaje y quizá te devuelva la llamada."

*Piper: -La grandiosa Alex Vause...- Su risa me acelera el corazón. -Estoy en este bar de nuevo... ¿Te imaginas que hubieras estado aquí hoy? Juro que no me habría burlado de ti. Quiero verte, por eso vine... Oh mierda, no sé ni lo que estoy diciendo... Solo... Tal vez estás acurrucándote con alguna chica y yo te estoy interrumpiendo... ¿Siquiera estás en casa? Ven aquí... Te compraré una botella... O los tragos que quieras... Estoy sola... ¿Vendrás? Juro que aunque estoy ebria es verdad que quiero verte... Solo ven, Alex...-

***FIN DEL CORREO DE VOZ***

Mi garganta se seca a pesar de que estaba bebiendo vino, y de pronto un montón de sentimientos me invade. Ni siquiera sé si debería ir a dónde me ha dicho, aunque no ha nombrado el bar, estoy segura de que está en el sitio donde nos vimos la primera vez.
Mi cerebro se estrella una y otra vez contra muros de posibilidades, y es que aunque quiero ir corriendo hacia ella y asegurarme de que está bien, una parte de mí me hace razonar antes de tomar cualquier decisión.
Presiono el botón de la contestadora una y otra vez para volver a escuchar el mensaje y su evidente voz de ebriedad me preocupa.
Termino el contenido de mi copa y dejo el cristal a un lado, tratando de pensar qué es lo mejor para ambas.

Me ha herido su actitud de superioridad cuando me encontró trabajando en la cafetería.
Sin duda aparecía una chiquilla mimada humillando a quienes están para prestarle un servicio, y aunque sé que el trabajar en un café no es precisamente el mejor trabajo del mundo, tampoco me avergüenzo de ello ni siquiera un poco, y pienso que ella debería aprender a respetar, no solamente a mí, si no a toda persona sin importar el trabajo que tenga.
El sabor del vino ahora me amarga la boca, y es que precisamente ella me ha arruinado la noche por completo.
Pareciera que está acostumbrada a que todo el mundo haga lo que a ella le plazca sin tomar en cuenta los deseos u opiniones de otras personas, y no la culpo, tal vez así es como haya sido educada, pero eso no significa que esté bien.
Por otro lado no podría perdonarme si algo le sucede, simplemente sería una culpa enorme el saber que yo pude hacer algo por ella y sin embargo, decido que no debo ir a rescatarla.
Son solo dos opciones las que tengo, pero sin duda parece que todo el peso del mundo está posado justo ahora sobre mis hombros, oprimiéndome el pecho e impidiéndome respirar con normalidad.

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