5

1.4K 140 23
                                    

No sé qué hago metida en la cama en vez de salir a buscar mi vestido para la fiesta de beneficencia. Pero es que el hecho de saber que Manuel se vio con Louise antes de marcharse me pone nerviosa.

Ya ha intentado contactarse conmigo. Ha mandado un montón de mensajes y llamado cientos de veces. Pero no voy a contestar.

No hasta que mi enojo se disipe.

— Señorita. —Martina entró a la habitación y me senté contra el respaldar de la cama.— Sus chocolates.

— Martina, no le traiga nada de comida que la haga engordar. —reprocha Agustín.— Deja que la pobre mujer descanse su pequeña mente.

— ¿Me traes un batido por favor? —pide Maxi.—Con galletas.

— Yo quiero una hamburguesa casera.

— Ustedes no le ordenan a Martina, yo sí. —les recuerdo mordiendo un chocolate.— Pero traeles todo eso y ven a acostarte conmigo.

La mujer asiente y sale de la habitación mientras yo devoro mis chocolates y Agustín teclea en su teléfono.

Ambos están acostados en los sillones y yo estoy en la cama, evito que invadan mi espacio porque los conozco y luego me quedo sin un lugar en mi propia cama.

Por eos mismo estoy dejando que ellos vean su película en los sillones mientras yo finjo verla y maldigo en mil idiomas. Odio al mundo entero.

Martina vuelve unos minutos más tarde con la hamburguesa y el batido de Maxi dejándolos sobre la mesa. Luego se acerca a mí y se deshace de sus zapatos acostándose a mi lado.

Ella tenía diez años cuando yo nací, su madre trabaja para mis padres. Y cuando cumplió veintiún años y yo once, se hizo mi niñera.

Ahora obviamente no es mi niñera, es más como mi diario secreto. Le cuento todo lo que me ocurre y dejo que me vea llorar cuando mamá no puede estar conmigo por sus constantes viajes.

Y bueno, de mi padre no hablemos.

Yo tenía solo quince años cuando él salió del closet, luego de eso se fue a vivir en París con su nueva pareja, y aunque él es perfecto para mí padre, aún me cuesta asimilarlo. Me duele haber dejado de ser la niña de sus ojos.

Me sentía traicionada.

— Dime algo, Martina. Si tu novio se hubiese visto con la mujer que odias, ¿Qué harías tú?

— Terminar con él, y acabarla a ella. —simplifica encogiéndose de hombros.— ¿Leyó ya lo del blog?

— Si, y de hecho pensaba acabar a Louise, pero no sé cómo.

Ella solo me hace una señal de espera y se adentra a mi armario haciendo un poco de ruido. Esto me suena extraño.

Sale poco después con una tarjeta y me la entrega haciendo que sonría satisfecha. Pero si son cinco pases para el desfile de modas de esta noche.

— Louise abrirá el evento. —me dice.— Acabar con ella no será difícil.

— ¿Sabías que te amo? —digo abrazándola con fuerza.— Busca en la habitación de mamá el teléfono de Amiel. Roberto no me quiso ayudar, pero tal vez él si.

— Se llama Ruggero. –corrige mi primo.

—Ya sé que se llama Ruggero, pero voy a comenzar a llamarlo por su nombre el día que de verdad sienta algo por él más allá de molestia. Mientras tanto él es Roberto Mamerto para mi.

Martina se ríe y va a hacer lo que le pedí mientras yo busco mi teléfono. Tengo un mensaje. Y me emociona saber que es de Ruggero.

Me dice que está afuera y que un viejito que parece ser mi abuelo no lo deja pasar. Pero le digo que solo lo ignore y le diga que fui yo quien lo mandó a llamar.

Italian BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora