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Maldita vida, malditos aviones, maldito Manuel. No esperen, este último no. El amor de mi vida no puede ser maldito. Solo tonto.

Un tonto que yo amo mucho, muchísimo y que tengo muchas ganas de ver y abrazar hasta cansarme en cuanto aterricemos luego de casi seis horas de viaje.

Maldigo cuando Ruggero choca conmigo mientras avanza por el pasillo del avión y me hago un lado. Él solo se ríe y toma asiento junto a mí primo.

Pronto se distraen en una entretenida conversación y yo ruedo los ojos sentándome junto a Maxi quien solo se ríe pasando sus brazo por mis hombros.

— ¿Por qué de tan mal humor? —pregunta y gruño.— Apenas llevamos una hora de vuelo.

— Roberto Mamerto es un hijo de su puta madre sin ofender a su santa madrecita que me perdone por haber hablado tan feo. —susurro juntando mis manos.— Me duele la cabeza, discutí con Manuel como una idiota y quiero llorar.

— Pero cálmate. Solo respira profundo, cierra esos preciosos ojos y duérmete.

— Ya lo intenté pero no puedo. —hago un mohín.— Estoy ansiosa. Quiero ver a Manuel.

— Pero decídete, mami. O lo odias, o lo amas.

Hago una mueca de desagrado y al final me encogo de hombros mirando hacia la pantalla.

Estamos viendo una película de dibujitos cualquiera. Pero mi ansiedad ha hecho que me levante al baño más veces de las que recuerdo en solo una hora.

Discuto con el mejor amigo de mi primo por un rato más hasta que mis ojos comienzan a pesar y termino quedándome dormida.

Despierto una hora antes de aterrizar, Maxi me cuenta que Agustín se mareó y que casi se desmaya mientras yo dormía plácidamente y me río.

Agustín sin hacer el ridículo no sería Agustín.

Poco después una azafata recorre el pasillo entregando pequeñas pastas dentales que no me parecn suficientes y que aún así uso.

Me levanto luego de haber peleado con Maxi por el cepillo más bonito de los que nos dieron.

— Dame tu pastita. —pido extendiendo mi mano hacia él.

— Yo también quiero cepillarme los dientes.

— Que me la des. —exijo quitándosela.

Tomo mi bolso y hago lo mismo con Ruggero y Agustín teniendo suficiente pasta robada para usar.

Luego de cepillarme los dientes desenredo mi cabello y me encargo de dejarlo suelto, me maquillo tan bien como puedo y vuelvo justo a tiempo para el aterrizaje.

Cuando estamos en el aeropuerto corro por mis maletas ansiosa, paso la revisión ignorando a las tres personas que me acompañan.

Y cuando veo a la persona que más amo en la vida parado buscándome entre la gente, grito su nombre antes de correr hacia él.

Manuel sonríe y saca las manos de sus bolsillos recibiéndome con un fuerte abrazo apenas me lanzó hacia él.

— Mi amor. —saluda besando mi frente.— Te ves hermosa.

— Ya sé que fueron solamente tres semanas pero te extrañé. —hago un puchero.— Y estoy feliz porque en solo una semana inicio mis estudios en la mejor universidad que pude elegir.

— Si, nena. Lo entendí. —dice divertido.

Agustin llega y saluda a mi novio luego de entregarme las maletas que solté por salir corriendo. Y mientras Manuel nos lleva fuera del aeropuerto, me aferro a su mano.

Italian BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora