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-2 para el bello final :'(

Mis ojos están rojos e hinchados, es obvio que no dormí en toda la maldita noche y el haber llorado no ayuda nada. Tampoco quiero que Ruggero me vea así por lo que él levantarme temprano es una gran ayuda.

Me maquillo esperando que las ojeras se disimulen y suelto mi cabello dejando que este cubra parte de mi rostro. Realmente no sé cómo disimular esto.

No sé cómo explicarles ahí afuera lo que sucede. Agustín sigue molesto con Ruggero y piensa que llegué llorando ayer porque volvimos a discutir.

Pero no fue eso, fue por lo que dijo el doctor. Tienen que operarlo, pero Ruggero se niega y al ser mayor de edad, nadie puede obligarlo a nada.

Su estado es algo que preocupa aos doctores. Y los dolores de cabeza pasaron de ser secuelas del accidente a algo mucho más grave.

Pero Ruggero prefiere vivir con ellos y no arriesgarse a perder la vista. Aunque le hayan asegurado que puede ser temporal.

No piensa tentar a la suerte según él.

Pero como sea, esta situación me desespera, y no puedo seguir con esta angustia.

Noto que Ruggero entra al baño y le sonrío mientras aplico mis lentes de contacto. No recuerdo en dónde están los otros y estoy quedándome ciega así que...

Dejo un beso en sus labios antes de intentar salir pero me toma del brazo y me obliga a mirarlo.

Genial, aquí vamos.

— Por esto no quería decirte. —musita llevando su mano a mi mejilla.— No me gusta esto.

— Hay muchas cosas que no me gustan y aún así las soporto. —susurro.— Lo único que yo quiero es verte feliz, Ruggero. Y no pienses que lo he olvidado. En algún momento hablaremos.

Él solo niega y yo me suelto de su agarre yendo hacia la cama para arreglarla antes de marcharme.

Evito desayunar una vez más, me duele la cabeza y la comida no es en lo que pienso ahora mismo. Solo muerdo una manzana que me sabe asquerosa al haberme lavado los dientes hace rato. Pero aún así me la acabo y busco un vaso con agua.

— Si volviste con tus dietas estúpidas y tus vómitos matutinos, Karol...

— No es eso, Agustín. —ruedo los ojos.— Si te preocupa por lo poco que me alimento, ayer me comí una deliciosa hamburguesa después de haber comido muy bien.

— Eso no me basta, desayuna.

Niego una vez más y Maxi se adelanta a pedir que no peleemos mientras se sienta a devorar su desayuno. Yo solo tomo mi rostro entre mis manos y bostezo preguntando qué hora es.

Ruggero sigue adentro y ni siquiera ha desayunado así que creo que no podré irme con él. Cuando quiero levantarme a preguntarle si está bien, sale de la habitación.

Tiene los lentes de sol puestos, supongo que tampoco fue una buena noche para él. Y cuando se sienta a mi lado solo tomo su mano sonriéndole.

— Explíqueme qué pasa y por qué no has matado todavía al italiano. —exige Agustín al notar tan tenso silencio.— Nada me cuadra aquí.

— A nosotros tampoco. —aseguro.— Pero todo va a estar bien.

— ¿Si? ¿Cuándo?

Ruggero solo suspira y yo le hago una señal de silencio. Pero Agustín es experto en no quedarse callado y Maxi siempre lo escolta así que...

— No, exijo una respuesta.

— Ruggero está enfermo. Es eso. —me limito a decir.— ¿Podemos hacer silencio, por favor?

Italian BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora