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Esto es horrible. Realmente lo es.

La fiesta acabó, Giovanna está feliz, Julia abre los regalos como si fuesen suyos y Agustín discute con Maxi por algo sin sentido.

Mientras nosotros... Bueno, ha sido difícil.

Desde que le dije a Ruggero que lo amaba, él no ha vuelto a hablar conmigo. Con nadie en realidad.

Está tan callado, de hecho, ni siquiera sé en dónde está ahora.

— Es que estoy tan feliz. —vuelve a decir Giovanna.— Él es tan lindo. Es muy chistoso.

— Explíquenme cómo me perdí de mucho en solo dos horas. —exige Julia dejando de lado las cajas.— Ustedes hacen todo lo interesante mientras yo no estoy.

— Nadie te mandó a ver pulseritas brillantes debajo de las sábanas con Maxi. —dice Agustín desde la cocina.— Por cierto, ¡Me caes mal, Julia!

— ¿Eh?

Yo solo me río y Giovanna sale de su mundo de fantasía solo para evitar que esos dos se maten. Julia en serio está ofendida.

Y no es para tanto.

— No me digas que eres gay.

— ¡No! —gruñe Agustín.— No lo entenderías.

— ¡Claro que entiendo que eres gay! Nosotros te aceptaremos tal cual eres, no te preocupes por eso. —dice Julia poniendo su mano sobre el hombro de mi primo.— Si Maxi es tu amor prohibido yo puedo hacerme un lado..

Yo solo miro a Maxi con una divertida sonrisa en el rostro y pronto soltamos una carcajada. No había escuchado nada más estúpido en todo el día.

Nadie entiende la amistad que esos dos tienen. Pero eso no quiere decir que son gays.

Creo.

— Maxi se comporta igual cuando Agustín tiene una novia o amiga con derechos. —explico.— Son mejores amigos, prácticamente hermanos. Obviamente sienten celos pero se acostumbran con el tiempo.

— Oh, o sea que ustedes no...

— No. —asegura Maxi.— Nuestra amistad es rara. Y Agustín está más hormonal que nunca.

Mi primo les hace un obseno gesto y camina hacia el sillón lanzándose en este para apoyar su cabeza en mis piernas.

Yo solo niego y vuelvo a centrar mi atención en mi teléfono mientras Giovanna vuelve a contarnos todo lo que sabe del chico guapo que ahora ama.

Julia la escucha atenta, asegura que un día tenemos que hacer una cita triple y todo eso. Pero no estoy interesada. Y menos ahora que Ruggero solo ha desaparecido.

La comida a domicilio que han pedido llega poco después y Maxi la recibe mientras Giovanna limpia la sala para que podamos comer con tranquilidad.

Y mientras nos acomodamos en los sillones, por fin veo a Ruggero bajar. Pero no está solo, Agathe viene con él. Y se están riendo como si se hubiesen compartido el mejor de los secretos.

Genial, al parecer alguien quiere quedarse sin novia.

— Tan bien que estábamos. —susurro mordiendo mi labio inferior.— ¿Quién tiene hambre?

— Todos tenemos hambre. —dice el italiano sentándose a mi lado.— Pero antes... ¿Podemos hablar?

— ¿Justo cuando vamos a comer? ¿Por qué no vas a reírte con Agathe? Te sienta mejor.

— Si, hablaremos. —musita divertido.— No nos molesten por favor.

Me quejo cuando me toma entre sus brazos llevándome hacia las escaleras.

Italian BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora