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Me siento como un adulto responsable haciendo esto. Siempre creí que mi primera vez sería en la noche de bodas así todo bonito.

Pero luego de leer mucho sobre lo que significa la virginidad, descubrí que ni siquiera existe. Y que el himen no es más que una parte de tu cuerpo.

Si, me sentí muy estúpida.

También leí que es posible que mi himen se haya roto sin necesidad de penetracion gracias a que practico ballet y eso necesita de flexibilidad.

Así que básicamente, solo voy a sentir un ligero dolor y molestia por unos minutos hasta adaptarme. Me alivió escuchar eso del doctor.

Recibimos una mini capacitación para hacer esto. Y digo recibimos porque obligué a Ruggero a que entrara conmigo.

Yo no iba a hacer el ridículo sola.

— Bien, ahora entra y pide lo que él doctor escribió ahí. —dice estacionado el auto.— Y de paso, una caja de condones.

— El doctor dijo que era la responsabilidad de ambos. Así que los condones van por tu cuenta. —aseguro.— Se siente raro decirlo.

— Créeme, se siente más raro recibir una charla de cómo iniciar una vida sexual a los veinticinco cuando evidentemente la comencé a los dieciséis o diecisiete.

Ruedo los ojos y me bajo esperando que él lo haga. No quiero hacer esto sola.

Si vamos a quedar mal, tenemos que hacerlo juntos. Las cosas tienen que ser iguales siempre.

— Voy por los condones. —avisa y asiento yendo directo al mostrador.

Le muestro la receta a la chica y esta solo busca la caja de pastillas guardándolas en una pequeña bolsa. Pienso en darle mi tarjeta pero eso sería hacer que mis padres se enteren de que comencé mi vida sexual así que prefiero esperar a Ruggero.

Cuando él llega con la caja de condones lo obligo a pagar con su tarjeta y juntos salimos del lugar.

Una vez en el auto me pongo el cinturón y tomo la caja de pastillas viéndolas con detenimiento. No son pastillas del día después, son anticonceptivos que debo tomarme a diario luego de comenzar con mi vida sexual.

Solo espero no olvidarlo. Y que ninguno de los otros dos hombres que viven con nosotros las encuentren.

Sobre todo Agustín.

Oh Dios. No sé qué haría si él se entera.

Ruggero vuelve a arrancar y yo me centro en buscar mi teléfono cuando comienza a sonar. ¿Quién jode tanto?

— Mis padres. —susurro mordiendo mi labio inferior.— Hola, mami.

— Karol, ¿En dónde estás? El decano llamó, tu situación está resuelta y tenemos que ir a verlo.

— Salí a caminar un rato. —miento.— Estoy yendo al departamento. Espérame ahí.

— Pero rápido, Karol. Tenemos que resolver tu asunto en ese lugar.

Ella cuelga y yo hago un mohín mientras guardo las pastillas muy adentro de mi bolsa.

No comprendo cómo mi asuntonse resolvió tan rápido. No llevo ni dos días de suspensión.

Le pido a Rugrro que me deje un poco lejos del edificio y me despido de él asegurándole que debemos hablar en cuanto él llegue al departamento.

Hoy trabaja hasta las siete, lo cual significa que no tendremos unas cuantas horas de soledad. Pues tanto Maxi como Agustín llegan a las tres y media.

Italian BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora