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Mi vida es un asco. Si, realmente lo es.

Estoy doblemente castigada desde que les dije que lo de Ruggero fue una broma. Agustín no deja de burlarse de mi y ahora que las cosas han vuelto a la normalidad, se me hace extraño.

Hoy por fin volví a la universidad, y fue magnífico estar con Julia y Giovanna, reír, ponerme al corriente y todo lo demás.

Lo que no me agradó fue ver a Agathe ir conmigo, si, la mujercita es tiene mi edad y ahora mismo está estudiante Arte como yo.

Pero como sea, ahora estamos aquí, en la oficina de Ruggero esperando que este salga de su reunión.

Y hablando de él. No he podido decírselo. No puedo.

Siempre que intento hacerlo me pongo nerviosa y termino diciendo cosas completamente diferentes.

— Gracias, Leigh. En un momento te ayudo con eso. —yo me levanto y doy media vuelta dispuesta  saludarlo.—Hey, no sabía que ambas iban a venir.

— No, cariño. Solo vengo de pasada a saludarte.

— Yo si voy a quedarme, Roberto Mamerto. —digo sonriente.— ¿En dónde dejo mis cosas?

— En esa puerta.

Yo camino hacia la puerta que él señala mientras los escucho hablar.

Intento no decir nada pues al final ella es la hija del dueño y yo solo la hijastra así que....

Dejo mis cosas en una gaveta y me deshago de mi chaqueta para poder cambiarme de blusa. Había traído ropa adecuada para trabajar aquí, ahora solo debía cambiarme.

Porque es obvio que una falda acampanada, botines y un buzo rosa no son la mejor opción para trabajar aquí.

— Ahora si, hola. —asustada pego un brinco.— Calma, solo soy yo.

— Mierda, estoy literalmente desnuda de cintura para arriba. —chillo cubriendo mis pechos.— ¿Ya se fue?

— Por supuesto. Solo vino a dejarme su dirección para que vaya a visitarla.

— Ajá, ¿Por qué no me dijiste que te llevabas muy bien con ella? Es más. ¿Por qué no me dijiste que Amiel tenia hijos?

— Porque no me interesa, no es su hija en realidad. Es la hijastra. Amiel no tiene hijos.

— ¿Y la hijastra de mi padrastro quiere mandar en mi casa?

Él rueda los ojos y me río en cuanto sus labios reclaman los míos.

Suelto la blusa con la que estaba cubriéndome y enredo mis piernas en su cadera mientras él camina hacia la puerta cerrándola con seguro.

— No te despediste esta mañana. —ronroneo en su oído.— Y Agustín casi me cacha en tu cama.

— Te quedaste dormida y yo tenia que llegar temprano a una reunión. —explica dejando castos besos en mis labios.— Te dije que era una mala idea que te quedaras en mi habitación. Debíamos hacerla en la tuya.

Asiento de acuerdo con eso y cuando me suelta sonrío buscando mi blusa.

Tras terminar de vestirme ante sus ojos me acomodo el cabello y voy hacia la gaveta buscando mi teléfono.

— ¿Qué tengo que hacer, jefe?

— Besarme, señorita Sevilla. —me río y planto un beso en sus labios.— No, ya en serio, tienes que ir con Leigh y ayudarla con el diseño de la página. Está listo, pero falta algo. Y creo que puedes ayudar con eso.

— ¿Ayudar? ¿Quieres que le de un toque mío?

— Exacto, preciosa.

Asiento emocionada y vuelvo a besar sus labios antes de salir buscando a Leigh. Es una mujer agradable en realidad.

Italian BoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora