CAPÍTULO DOS.

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Habían pasado más de dos meses desde que salió de su casa sin ánimos de mirar atrás, cada día se había vuelto una pelea por encontrar algún trabajo para poder alimentar a sus hermanos, principalmente a su hermana menor quien necesitaba leche, pañales y a veces un pediatra que no podía permitirse.

Aquellos meses habían sido agobiantes, desesperantes. Iba de un lugar otro, tan pronto como llegaba al pueblo tenía que buscar trabajo y no en todos los lugares le permitían tener a sus hermanos cerca. Algunas veces tenía ganas de ponerse a llorar por la frustración, pero el ver el rostro de Thomas, la inocencia de Lia, su energía se recargaba y conseguía volver a levantarse para buscar algo mejor. Deseaba poder encontrarlo, en pocos de meses más sería capaz de cobrar el dinero que su padre le había heredado y las cosas iban a mejorar, quizás podría rentar un pequeño departamento y no el viejo y destartalado auto donde habían dormido los últimos dos meses.

En el último pueblo donde estuvo, había trabajado medio turno como mesera en un restaurante de comida rápida y el otro medio turno en una tienda de conveniencia, no le iba del todo mal pero tenía que moverse, ya se había alejado lo suficiente pero su delirio de persecución no le permitía quedarse en ese mismo lugar, quizás un par de pueblos más y podría comenzar de nuevo con su vida.

Aquel día por la mañana, tomó la bolsa de pañales de Lia y la poca ropa que había llevado consigo, acomodó a su hermana en el viejo portabebés, acomodando la cobija sobre su regazo, abrochó el cinturón de Thomas y lo envolvió en una cobija de abejas, todos esos meses habían sido especialmente crueles con él, era un bebé de cuatro años con menos peso del ya de por sí poco que tenía pues, aunque se esforzaba por alimentarlo correctamente, a veces no le era del todo posible. Besó su frente, prometiéndole sin decir nada, que pronto las cosas iban a mejorar, aunque ni si quiera ella lo sabía.

Condujo por horas, evitaba las ciudades, prefería los pequeños pueblos pues ahí las personas eran más amables y se conocían entre todos, además de que las noticias volaban tremendamente rápido y podría darse cuenta así si alguien nuevo llegaba. Eso la mantenía segura y tranquila. Recorrió una carretera alterna hasta que esta la condujo a un camino un poco más solitario, todo el camino estaba delineado por árboles de todos los tonos de verdes y tamaños, fue entonces cuando vio un pequeño letrero que le daba la bienvenida a una posible nueva vida, rezaba porque así fuera.

"BIENVENIDO A BISEN HILLS"

Población total: 6000 personas.

Su corazón latió con fuerza, para cuando entró al pueblo ya pasaban de las seis de la tarde, el sol estaba ocultándose y parecía no haber suficientes personas en la calle. Decidió ir a un restaurante, el primero que encontró, tenía que alimentar a Lia y llevar a Thomas al baño.

— Príncipe Tho, princesa Lia, llegamos a nuestro nuevo reino.

Se asomó en la parte trasera para tomar a Lia entre sus brazos, la pequeña se veía tan despierta y curiosa de todo a su alrededor. Thomas la tomó de la mano y juntos entraron a "Ben's house". Dentro había no más de cinco personas, se acercó lo más que pudo a la barra, iba a pedir algo antes de llevar a su hermano al baño.

Notó cómo las pocas personas la miraron, estaba acostumbrada, seguramente todos aquí se conocían y sabía que ella iba a ser la novedad al día siguiente como lo había sido en cada pueblo en el que había estado. Observó a todos lados en espera de ser atendida, Lia palpaba su pecho juguetonamente aunque sabía que la realidad era que tenía hambre.

— Buenas noches, ¿En qué puedo ayudarte?

Dio un brinco ante la voz del hombre que se acercó, su corazón comenzó a latir a mil por hora, pero se relajó cuando vio que el hombre se veía amable. Este levantó una ceja con curiosidad.

A L I C EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora