CAPÍTULO VEINTICINCO

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Sentía como si un camión hubiese pasado encima de ella. Su cuerpo dolía desde la punta de su cabello hasta las uñas de sus pies. Aquel momento había sido de los más hermosos de su vida, ver a Isaac llorando cuando su pequeña Lisa nació, cómo había cortado el cordón, su primer llanto, cómo su hija la había sostenido y había llorado cuando la alejaron. Todo había sido mágico, tanto que ni si quiera sintió el dolor, por lo menos no después del parto, el dolor anterior a eso había sido horrible, algo que no le deseaba a nadie, pero el momento había pasado, y eso dolía demasiado.

La habían llevado a una habitación, ahora descansaba, aunque no podía hacerlo del todo, pensaba en su hija, en cómo estaría, se la habían llevado poco después para revisarla, Isaac había ido con ella.

Escuchó a la enfermera acercándose, la puerta se abrió y ambos entraron, la enfermera empujando un carrito donde podía ver un gusanito rosado, sonrió, se sentía muy cansada, pero nunca demasiado como para no ver a su hija.

Isaac sonreía de oreja a oreja, se veía orgulloso, feliz.

— Nuestra nueva mami tiene que darle de comer a esta princesa antes de que puedan recibir visitas.

La enfermera le enseñó cómo alimentar a su bebé, era una sensación extraña, pero junto con Lisa había nacido también un instinto maternal que estaba ahí, pero no activo, todo eso floreció cuando nació. Sentía que podía hacer hasta lo imposible para que su hija fuese feliz siempre, para que nadie la lastimara, era un amor que simplemente no podía describir ni comparar con ningún otro.

¿Cómo era que Olivia había hecho a un lado a Lia? No lo entendía, jamás iba a entender a su madre.

Isaac estuvo presente en todo momento, observando, sonriendo al ver a su hija. Era hermosa, sus cachetes eran gorditos, tenía demasiado cabello negro debajo de su gorro rosa, Lisa abrió sus ojos, eran unos hermosos ojos azules, iguales a los de Isaac.

Su corazón se hinchó aún más.

— Lisa Bisen —susurró, sonriendo.

— Mi princesa Lisa Bisen.

***

Después de que la alimentó, Isaac la ayudó a ponerla a eructar, era una imagen hermosa, Isaac cargando a su pequeña princesa que podía ver que iba a convertirse en su adoración.

La enfermera permitió que sus familiares entraran. Vio a Gerard sonriendo, sus cuñados entraron detrás de él.

— Alice —Gerard se veía completamente feliz—. Felicidades, hija.

Amaba la forma en la que la llamaba, Gerard se había convertido en un padre para ella. Frank se acercó dejando flores y globos cerca de su cama, los hombres se veían ansiosos por ver a su nueva sobrina y nieta.

Gerard fue el primero en tomarla en sus brazos.

— Es hermosa.

Lisa veía hacia todas partes mientras los hombres la veían a ella, se veía como un pequeño punto rosa entre grandes montañas.

— Una princesa.

Su hija pasó de brazo en brazos, le tomaron quizás más de mil fotos. Ella, por su parte, estaba a punto de quedarse completamente dormida. Isaac se acercó para acariciar su cabello y darle un beso en los labios.

— Te amo Alice, mi Al.

***

Los primeros días de su maternidad habían sido cansados, aunque Lisa realmente era muy tranquila, no lloraba si no tenía que hacerlo, además de todo, tenía a su tía Luna, que además era enfermera, para ayudarla, pero también tenía a Isaac, el hombre se había desvivido por ellas, sólo se alejaba para trabajar, realmente se veía lo mucho que ya adoraba a su hija y lo mucho que ya la amaba a ella, porque así la hacía sentir; amada.

Lia se había tomado bien a su sobrina, se escuchaba extraño, pero Lia era la tía de Lisa que sólo le ganaba por un año y meses. Pero aquello, aunque era hermoso, también le traía recuerdos de su hermano Thomas, no habían pasado muchos meses, ella se preguntaba cómo serían las cosas si no hubiese muerto, si Thomas adoraría a Lisa, sabía que la ayudaría a cuidarla, que jugaría con ella, que le daría todo el amor que Thomas había nacido para dar.

— Dios, Al, es la tercera vez que retocan el maquillaje.

Se quejó Kelly nuevamente. Miró a su amiga, a pesar de que la estaba regañando, podía verla feliz por ella.

Se levantó luego de que retocaran, por tercera vez, su maquillaje, Kelly y su tía la ayudaron a acomodar el vestido y a revisar los últimos detalles. Se sentía en las nubes, como si un sueño que no sabía que tenía se hubiera hecho realidad.

Salió de la casa acompañada de su tía, se encontraron con Ben, quien las esperaba, su jefe se veía realmente guapo con esmoquin.

— ¿Estás lista? —le preguntó—. Te ves hermosa, Al.

Los ojos de Ben estaban llenos de lágrimas, ella comenzó a llorar nuevamente, aunque tratando de no arruinar el poco maquillaje que le habían puesto. Ben había sido su salvador, de no ser por él, ella hubiese tomado un trabajo temporal, se hubiese ido del pueblo y jamás hubiese conocido a los Bisen, a Isaac, jamás hubiese tenido la oportunidad de ser madre de un ángel tan hermoso como Lisa.

Se abrazaron por unos segundos, para después comenzar a caminar rumbo al jardín. El rancho de los Bisen era hermoso y enorme, habían decidido hacer su boda en aquel lugar, ella había aceptado encantada.

Ahora que veía las decoraciones, a las personas, ella realmente lo amaba más, el rancho iba a ser especial para ella por muchas cosas.

Mientras Ben y ella caminaban del brazo, vio a las personas que los acompañaban en ese mágico momento; Los Bisen, Liam con un traje que lo hacía ver tan guapo como su padre, los pocos, pero sinceros amigos que había hecho, incluso Joshua y Micah estaban ahí, Kelly la miraba con alegría mientras cargaba a Lisa, su pequeña princesa Lia estaba en los brazos de Frank luciendo un hermoso vestido blanco con flores y listones azules.

Y luego estaba Isaac, su guapo Isaac, de pie frente al sacerdote, con esos ojos azules que tanto amaban brillando de felicidad, mirándola como si fuese la mujer más bella del mundo. Quería correr a él y colgarse en sus brazos, decirle lo mucho que lo amaba y lo agradecida que estaba con él, lo orgullosa que estaba de su futuro esposo.

Ben la entregó a él, le había pedido que lo hiciera, tomó su mano, la llevó a sus labios para besarla.

— Te ves hermosa.

Asintió, no podía contener las lágrimas mientras se acercaban al sacerdote. Justo cuando se acomodó y vio que todos estaban sentados en sus lugares, pudo ver una silla vacía, sus lágrimas bajaron aún más por sus mejillas, cubrió su boca con su mano mientras Isaac la abrazaba.

Ellos le habían preparado un lugar a Thomas, a su pequeño príncipe Tho.

Y eso significaba el mundo para ella, porque, aunque ella sabía que Thomas siempre iba a estar con ella aunque no fuese físicamente, el que simbólicamente pusieran un lugar, para ella significaba que, de una forma u otra, su Thomas estaría viéndola.

El sacerdote comenzó con los votos cuando ella se calmó un poco. Observó a Isaac y él a ella, en todo momento, ambos se sostenían las manos mientras escuchaban.

— Alice Selleck, ¿Aceptas a Isaac Bisen como tu futuro esposo, para amarlo y respetarlo hasta que la muerte los separe?

— Acepto.

Isaac dio un suave apretón a su mano antes de que le colocara el anillo.

— Isaac Bisen, ¿Aceptas a Alice Selleck como tu futura esposa, para amarla y respetarla hasta que la muerte los separe?

— Acepto.

Observó al hombre mientras ella le ponía su anillo. Isaac era el amor de su vida, el hombre con el que quería pasar el resto de su vida, viendo crecer a su hija, teniendo más si Dios se los permitía. Sabía que no iba a ser feliz siempre, sobre todo cuando su Thomas ya no estaba en su vida, pero algo sí tenía seguro; Isaac siempre estaría a su lado, tan comprensivo y amoroso como siempre había sido.

FIN

A L I C EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora