CAPÍTULO SEIS.

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Isaac la llevó de regreso, sus hermanos estaban dormidos en el asiento trasero, ellos se mantenían en un silencio cómodo, el sonido del radio era lo único que se escuchaba. Había meditado mucho acerca de decirle lo que había pasado en su vida para que hubiese llegado a Bisen Hills huyendo con sus hermanos.

Después de todo, el hombre le había confiado también parte de su vida, además los Bisen no habían sido otra cosa que amables, y lo menos que quería era meterlos en problemas, además sentía como si el hombre fuese un amigo, de alguna manera quería confiar en él, saber si la alejaría después de decirle su historia.

Aunque también tenía miedo, ¿Y si Isaac la veía con otros ojos? ¿Y si la alejaba de su familia para evitar llevarles los problemas?

Respiró hondo.

— Mi madre es una alcohólica —comenzó.

Él le prestó atención casi de inmediato, cuando comenzó a adentrarse en la historia, en Anthony, en los golpes, Isaac detuvo el auto a la orilla de la carretera poco transitada, el aire golpeaba las hojas de los árboles, la brisa era fresca. En todo momento mantuvo su mirada fija en ella sin decir nada. Le había dicho exactamente lo que le contó a Ben la noche anterior, esperaba no estar cometiendo un error al contarle, al abrir su confianza a alguien más.

Isaac se había detenido para escucharla, para cuando terminó de decirlo todo, su expresión eran tan tranquila que sintió miedo de que estuviese enojado, aquellos ojos azules que sabía que le gustaban mucho, la miraban con algo que no podía describir, pero que sin duda no era lastima. Sin decir nada, él bajó de la camioneta, se acercó a su lado y abrió la puerta, lo miró, sorprendida pues no entendía lo que sucedía.

— ¿Puedes bajar un momento?

Lo hizo, de un salto bajó de la camioneta, lo que siguió después de eso fue algo que simplemente jamás pensó, ni si quiera en sus sueños más locos imaginó que algo así podría pasar.

Isaac la tomó entre sus brazos tan pronto como bajó, la abrazó con fuerza y ternura a la vez, su pecho se sentía cálido, era un abrazo que no sabía que necesitaba, pero lo hacía. Lo rodeó con las manos y lo abrazó de vuelta, no sabía por qué, de nuevo, pero comenzó a llorar en su pecho. La noche anterior había llorado demasiado con Ben, pero ahora se sentía diferente, sentía que, de alguna forma, la carga que llevaba a cuestas se hacía más suave, se sentía alegre y triste a la vez si eso era posible.

Permanecieron así por algunos minutos, su olor era tan único que podía estar de esa forma por años y no se cansaría.

— Lamento saber que pasaste por eso, Al —dijo Isaac casi en un susurro—. Más saber que pasaste todo eso tú sola.

— No hay nadie más...

— No había —corrigió—. No tienes por qué pasar por eso tú sola, como lo dijiste, ahora hay personas a las que les importas, Ben, mi familia.

Asintió, aflojando un poco el agarre y sintiéndose un poco decepcionada al no escuchar un "yo", pero lo valoraba, en verdad aquel abrazo había pegado muchas de sus partes rotas.

Pero Isaac no la soltó, tampoco hizo nada, permaneció de esa forma, le agradaba demasiado. Y es que, en ese momento se daba cuenta de que en verdad el hombre había empezado a gustarle y que era una tonta porque en lo único que tenía que pensar era en sus hermanos. Aun así, de nuevo, se dejó llevar por el momento.

— Te lo agradezco Isaac, sólo tú y Ben lo saben.

— No diré nada, no te preocupes.

Le sonrió, si seguía haciendo eso, iba a acostumbrarse a ver sus sonrisas perfectas. Isaac acomodó sus cabellos detrás de su oreja, sus ojos azules resplandecían bajo la luz.

A L I C EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora