CAPÍTULO ONCE.

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Sintió la necesidad de salir corriendo, había pensado que jamás iba a escuchar esa voz en su vida, había rogado al cielo que jamás volviera a ver a esa mujer. Se enderezó, dejando las cosas que usaba para limpiar en la mesa.

— Alice, hija.

Su madre la tomó de los hombros, acercándola en un abrazo, ella se resistió, en verdad quería tomar sus cosas y salir corriendo con sus hermanos, ¿Cómo la había encontrado? Dio un par de pasos atrás, negándose a dejar que la tocara.

— Alice, por favor, déjame explicarte.

— ¿Qué me vas a explicar? ¿Me vas a explicar cómo fue que Anthony y tú se fueron y me dejaron sola con los niños? ¿O cómo se gastaron el poco dinero que teníamos para vivir?

— Alice, no es así, me fui por su bien, ellos iban a obligarnos a pagar y...

— ¿Por nuestro bien? ¿Crees que estuvo bien dejarme sola pagando por una deuda que no era mía? ¿Crees que estuvo bien matarme trabajando con una niña recién nacida en la espalda? ¿O darle todo mi dinero a esos hombres y dejar sin comer a mis hermanos? ¿Sin pañales o leche?

Había subido poco a poco su voz, agradecía al cielo que a esa hora no hubiese gente.

— Al

— ¡No me digas así!

— ¡Alice! ¡Por favor! Yo sé que no estuvo bien, pero por favor, escúchame, quiero arreglar las cosas, hacerme cargo de Thomas, de Lia, ayudarte a salir adelante.

— ¿Ahora? —sonrió, sin gracia—. Qué fácil mamá, vienes ahora que Lia no necesita de muchos cuidados, vienes cuando Thomas ya aprendió a ir al baño solo, o cuando puedo dejarlos en un portabebés mientras trabajo, ¡Pero no te importó si la hija que tú pariste tenía un biberón caliente para comer o un pañal limpio!

— Alice —sintió las firmes y amables manos de Gerard sosteniéndola por los hombros.

Frank se había desaparecido de un momento a otro, seguramente llevándose a sus hermanos con él, Ben se acercaba, observando a su madre.

— Alce, por favor, tienes que entenderme.

— ¿Qué quieres que entienda? ¿Qué eres una alcohólica? Créeme, me hiciste entenderlo desde que hiciste a Thomas a un lado para atender a Anthony.

— Alice, ya no estoy con él, estoy sola, él no sabe nada de mí desde hace meses, no he bebido una sola gota de alcohol, no he consumido nada, Al, te he estado buscando, a mis niños Al, por favor déjame verlos.

Negó, había comenzado a llorar sin poder contenerse, le dolía el pecho, como si alguien la hubiese apuñalado con mil cuchillos. Gerard trataba de tranquilizarla.

— Señora, será mejor que se retire —dijo Ben.

— Pero, tengo que hablar con mi hija.

— Ella no quiere, por favor, no quiero llamar a la policía.

— Alice, por favor, déjame hablar contigo.

— Señora, puede esperar afuera, Alice la buscará cuando quiera hablar.

Ben llevó a su madre hacia afuera del restaurante, la mujer se quedó ahí, esperando, aunque ella de verdad no quería salir.

— Ven, vamos arriba.

El señor Bisen y Ben la llevaron a su habitación, no podía dejar de llorar y temblar, pero Gerard la abrazaba mientras acariciaba su cabeza. Lograron calmarla luego de media hora, el shock inicial había pasado y ahora tenía la necesidad de buscar a sus hermanos y ver que estaban bien. Hasta donde sabía, su madre podría haberle mentido y Anthony podría estar cerca. Si se llevaban a sus hermanos, si los arrebataban de su lado, entonces ella iba a volverse loca.

A L I C EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora