Catch 10. 01

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Arregló primero la cocina. Tuvo cuidado con los cristales e hizo una mueca al ver la cantidad de copas que había que tirar. No quería ni imaginar cuánto costaban.  Recoger el salón fue más fácil y cuando estaba colocando unos adornos de la mesa de centro, apareció Jongin con el pantalón de deporte y una camiseta.

—Nena, voy a trabajar mientras haces la cena.

—¿Yo?  No  soy  sirvienta,  ¿sabes? —Puso las manos en las caderas y él la miró de arriba abajo.  Empezaba a olvidarse que siempre iba desnuda.

—¡Mientras no trabajas en la oficina de alguna manera tendrás que compensar el sueldo que te pago!

—Pues quiero volver a la oficina.

Jongin sonrió.
—Buen intento.

—¡No es justo!

—La vida no es justa. —Se acercó a ella y le levantó la barbilla. — Cuando crea que estás preparada,  saldrás al exterior.

—¿Cuándo sea una muñequita sin cerebro?

—A ti nunca te pasaría eso. —Se agachó y le dio un suave beso en los labios que le robó el corazón. En ese preciso momento mirando sus ojos oscuros supo que estaba enamorada de él y lo abrazó sin poder evitarlo antes de besarlo con pasión. Se separó de él sonriendo y Jongin carraspeó alejándose de ella. —Estaré en el despacho.

—Bien. —Le observó salir del salón, pero algo dentro de ella la hizo sentir un escalofrió. Cambiar su manera de ser por él sería difícil, ¿pero merecería la pena?
No había respondido a su beso como esperaba. Sabía que le gustaba llevar la iniciativa, pero solo había sido un beso.
—Mejor me pongo una camiseta. El escalofrío ha sido por eso. —Hablando consigo misma fue hasta las escaleras. —Es que todo esto te ha tomado por sorpresa. No secuestran a una todos los días. Te acostumbrarás.

Se puso una camiseta blanca.  Esperaba que no tuviera algo que decir.  Al salir de la habitación entrecerró los ojos al ver un pomo en la pared. Tiró de él y chasqueó la lengua al ver la ropa de cama y un montón de toallas en todos los colores inimaginables. Entonces se dio cuenta de que aquella era una casa antigua.
Ese tipo de casas estaban en la parte alta de la ciudad. Pensando en ello hizo la cama.
Con curiosidad abrió el armario de caoba viendo todo lo que tenía dentro. Con la boca abierta sacó un consolador de un tamaño enorme de color azul. Las venas estaban muy marcadas y se estremeció pensando lo que Jongin haría con él. Movió la cabeza de un lado a otro.

—Esto no entra. —Lo dejó en su sitio y colgada en la puerta vio una cadena larga con una especie de pinzas en los extremos. Se imaginaba para qué era eso e inconscientemente se llevó la mano a los pechos. La pluma que encontró en uno de los estantes la hizo sonreír. Tampoco había cosas tan raras. Abrió uno de los cajones.
— ¡Hala! —Sacó una máscara que tenía un tubito para respirar. Había esposas y un par de vibradores realmente curiosos con dos pollas. Arnés y varias cuerdas.  Y vibradores de todos los tipos.

¡Se lo iba a pasar genial esos días! 

Contenta cerró las puertas y bajó al gimnasio para hacer su cama.  Después  hizo  la  cena  mientras escuchaba música. Espaguetis con albóndigas como le había enseñado su tía. Cuando todo estuvo listo, llamó a la puerta del despacho y la abrió metiendo la cabeza.

—La cena está lista.

Él estaba al ordenador y asintió sin levantarse. Volvió a la cocina y empezó a servir. Se sentó a la mesa a esperarle.

Media hora después todavía seguía esperando mirando con pena los espaguetis que se estaban quedando tiesos. Con todo el esfuerzo que le había puesto a hacer la salsa. Hasta había puesto velas en la mesa para hacer la cena más romántica. Calentó su plato en el microondas y cenó sola. Después de limpiar fregando la olla frotando con fuerza, se bajó enfadada a su habitación y se metió en la cama.

Estaba claro que pasaba de ella.
¡Era increíble!
Después de todo el esfuerzo que se había tomado en que la cena fuera especial. Por lo poco que lo conocía, se daba cuenta que quería poner algo de distancia entre los dos para que ella no se hiciera ilusiones.

Eso era culpa del beso. Se dio cuenta de inmediato que no le había gustado que le besara.
Gruñó abrazando la almohada. 
Le enviaba señales confusas. Por la mañana debía besarle y por la noche al parecer no. Le había dicho que siguiera las reglas y solo una cosa le había quedado clara, no debía hacer nada que él no le ordenara. 

Catch - KJIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora