Catch 16.00

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El sábado siguiente estaba hablando por teléfono con su hermano  y se echó a reír porque Monggu intentaba subirse al sofá, pero el pobre no llegaba.
—¿Vas a venir para mi cumpleaños? —preguntó su hermano casi con temor.
—Minho… —dijo perdiendo la sonrisa.
—No  pasa  nada.  —Pudo escuchar su decepción claramente y se sintió fatal.
—Haré lo que pueda, ¿de acuerdo?
—¿De verdad? —La ilusión de su hermano le rompió el corazón.
—De verdad. Dile a mamá que quiero hablar con ella.
—Te quiero.
—Yo también te quiero, conejito —dijo emocionada.
—¡_____, no me llames así! — protestó haciéndole sonreír—. ¡Ya soy mayor!
—Uy, perdona.
—¡Mamá!
—Minho, te he dicho mil veces que no se grita —escuchó decir a su padrastro de malas maneras—. ¿_____?
Se tensó al oír su voz al teléfono.
—Hola.
—Me gustaría que no llamaras tan tarde. Alteras al niño y es la hora de irse a la cama. Ahora estará sin dormir por horas.
—Siento que mi llamada te haya importunado —dijo con ironía—. Pero hablaré con mi hermano cuando a mí me dé la gana ya que pago yo la factura del teléfono.
—Estúpida malcriada.
Apretó los labios cuando le colgó el teléfono y volvió a llamar. Esa vez lo cogió su madre.
—Cariño, al parecer se ha cortado.
—Sí, las líneas están fatal — dijo no queriendo molestarla.
—¿Es cierto que vas a venir?
—Lo intentaré.
Su madre suspiró.
—Hija, si no piensas venir no hagas que se ilusione…
—Haré lo que pueda. Mamá…
—Hija, sé que es un abuso, pero es el cumpleaños de Minho y me preguntaba si tienes algún dinero para la fiesta.
—Te envié dinero a primeros de mes.
—Lo sé, pero es una ocasión especial y si no hacemos una buena fiesta en el barrio se darán cuenta de que ocurre algo raro.
—¡Es que ocurre algo raro! — dijo perdiendo los nervios—. ¡Tu marido es un vago que lleva años sin llevar aunque sea un pan duro!
—No te preocupes —dijo muy tensa—. Nos arreglaremos. Lo decía por el niño, pero si no quieres darle el gusto, halla tú. El pobre está tan ilusionado por invitar a sus amiguitos…

Estaba harta de ese chantaje emocional que ejercía su madre sobre ella cada vez que la llamaba. Encima de todo lo que había pasado en su juventud ahora tenía que hacerse cargo de ellos.

—Es el colmo que con todo el dinero que les doy me digas algo así — siseó antes de colgar el teléfono.
Por supuesto su madre se dio cuenta de que podía cerrar el grifo y llamó varias veces. Estaba tan furiosa que sabía que si se lo cogía en ese momento le gritaría, así que prefirió no contestar.  En ese momento llamaron a la puerta y la abrió sin mirar siquiera.
Una mujer se la quedó mirando.
—¿Quería algo?
—¿Eres ______?
Extrañada se fijó en ella. Era muy bonita con el pelo cobrizo cortado a la altura de la barbilla y llevaba un vestido elegante en color negro.
—¿Nos conocemos? — preguntó mirandola a los ojos.
—Me han hablado mucho de ti.  —Sonrió dulcemente alargando la mano.  —Me llamo Mina.
—Encantada —dijo estrechando su mano.
—¿Puedo pasar? Sólo te robaré unos minutos.
—Oh,  por  supuesto.  —No parecía una delincuente, pero por si acaso preguntó —¿No irás armada?

Mina se echó a reír.
—Sí, ya me han contado ese episodio. Una chiflada que quiso tener lo que no era suyo y perdió los nervios. ¿Sabes que era ella la que entraba en su casa cuando le daba la gana? Afortunadamente ahora está  ingresada.  Llegué  a  estar preocupada por Jongin al enterarme de lo de la pistola.
—Gracias por tu preocupación por mí, ya que es a mí a quien amenazó.  —______ se cruzó de brazos. —¿Eres otra amiga de Jongin?
—Algo así. —Se sentó en el sofá y acarició a Monggu. —Un regalo precioso.
Cerró la puerta molesta.
—Me está destrozando el piso.
—Eres  divertida.  Ahora entiendo por qué está Jongin como está.
—¿Y cómo está?
—Oh, algo molesto.
—Pues mira, ya somos dos.
—Ven, quiero contarte algo.  Jongin no sabe que estoy aquí, así que me guardarás el secreto, ¿verdad? Sino no me contará más confidencias.

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