Capítulo 53: Isla Huemul

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Mi padre me explicó en un mensaje de voz que Susana se encontraba mejor y que permanecería algunos días con ella en Buenos Aires. Sus palabras tranquilizadoras y la ilusión que tenía de pasar un día entero lejos del hotel habían sido motivo suficiente para mejorar mi humor.

A la mañana siguiente, para convencer a los padres de Tamara de que la dejaran salir fue necesario fingir que teníamos autorización de mi padre para abandonar la isla. A pesar de que Alan no parecía muy contento con la idea, no se atrevió a cuestionar las decisiones de Andrés Rochi.

Tamara se puso muy feliz con la sorpresa de la salida y se alegró aún más cuando le dije que mi madre se encontraba mejor. La conocía bien y sabía que no podía evitar sentirse culpable ante cualquier cosa que le ocurriera a Susana.

—¡Es genial que tu padre nos haya dado permiso para salir! Comenzaba a pensar que nos tenía prisioneros —dijo divertida, aunque era más que obvio que lo decía en serio.

Asentí con la cabeza. No quería preocuparla al revelar que le había mentido a su padre. Había muchas posibilidades de que mi padre se enterara al regresar de su viaje, pero seguramente Sebastián podría lidiar con él.

Al salir del hotel nos recibió un día cálido y soleado. Sebastián estaba preparando las velas del Salomón III y Sasha conversaba con su hermana que estaba sentada en la barandilla del barco. Llevaba un sombrero blanco y un vestido que dejaba al descubierto un enorme tatuaje de un dragón violeta que surcaba su espalda. Un apretón fuerte en la mano fue la advertencia que necesitaba para saber que si no apartaba la vista de Natasha, Tamara me mataría. Sasha, por su parte, llevaba una mochila de camping tan grande como él.

Tamara y yo saludamos a los muchachos que nos mostraron el velero antes de zarpar. Era muy elegante y contaba con un camarote equiparable a una suite de lujo. Sebastián y Natasha podrían haber tenido la cita perfecta de no haber sido por nosotros tres.

—Si mi profesión de mago fracasa, no me disgustaría convertirme en un pirata —bromeó Sasha, antes de subir a cubierta.

Me senté junto a Tamara en una banca detrás del timón. Sebastián parecía muy concentrado en sus maniobras y poco a poco nos alejamos del hotel. Esperaba que supiera lo que hacía y que su permiso para manejar barcos fuera más real que mi carnet de conducir.

Sasha se arrodilló sobre su asiento y se asomó por la borda, mientras que Natasha sonreía detrás de unos enormes lentes de sol en los que veía mi reflejo. Llevó la vista a la espalda de Seb y dijo:

—Siento como si nos fuéramos de vacaciones. Podríamos ir al centro de Bariloche, recorrer negocios y quizás ir a tomar algo.

—¡Nada de eso! —exclamó Sasha acomodándose en su asiento—. Yo quiero ir a la isla Huemul.

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