Capítulo 51: El rostro del agua

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Alguien llamó a la puerta de mi habitación. Entreabrí los ojos adormilado y distinguí la insinuación de las primeras luces del amanecer filtrándose por mi ventana. Me desperecé e hice un gran esfuerzo por abandonar la calidez que me proporcionaban las mantas blancas de la cama. Los párpados me pesaban y necesité hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para poder levantarme. Llegué hasta la puerta arrastrando los pies y abrí sin preguntar quién estaba al otro lado.

Me sorprendí al ver a Tamara allí. Estaba tan hermosa como siempre, mientras que yo en pijama y despeinado debía presentar un aspecto lamentable. No me había molestado ni siquiera en lavarme la cara ni los dientes. La saludé con un beso en la mejilla y me hice a un lado para que pudiera ingresar.

Habíamos dicho que nos contaríamos las novedades en cuanto supiéramos algo, pero supuse que podíamos esperar a la hora del desayuno para hacerlo.

—Esta madrugada hablé con Natasha —dijo y se sentó en la misma silla en la que lo había hecho mi padre la noche anterior.

Me acomodé frente a ella y comenté:

—Yo conversé con Sasha sobre lo que mi padre le dijo a Sebastián.

Distinguí un atisbo de decepción surcando su rostro. Tal vez quería tener la primicia de la noticia. No mencioné la conversación que había tenido con Andrés Rochi. No estaba seguro de cómo evitar decirle la verdad y me desagradaba la idea de mentirle a la única persona en la que solía confiar. Temía lo que podía ocurrir si el pasado salía a la luz.

Compartimos la información que los hermanos Nairov nos habían dado y salvo detalles insignificantes, como que Natasha recordaba bien el nombre de Amaia, ambos habían dicho exactamente lo mismo.

—Estoy segura de que Andrés miente. Perdón si dudo de la palabra de tu padre, pero no entiendo por qué seguiría con el grupo de la mujer que intentó matarlos a él y a sus amigos. Crisy es mucho más joven que Sebastián, así que Andrés tuvo que haber seguido varios años más respondiendo a las órdenes de esa mujer —agregó.

—Eso no quiere decir que mi padre sea un asesino —dije a la defensiva, aunque sabía que efectivamente lo era.

—No, claro que no. Sin embargo, vos sabés algo más —añadió con sus ojos negros clavados en los míos.

—Después de hablar con Sasha, mi padre y yo tuvimos una conversación —confesé.

—¿Qué te dijo? —insistió.

—Se separó de su aquelarre por algún tiempo, pero Susana seguía allí y él quería protegerla. Fingió estar de acuerdo con los intereses del grupo para que Amaia lo aceptara de nuevo. Prometió que esta vez sería útil y ella perdonó su vida. Su herencia mágica la cautivaba y supongo que quería tener una hija con él. Ahora desea rescatar a Cristina, pero no es sencillo acercarse a mi madre biológica —le mentí, mirándola a los ojos.

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