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«El poder oculto» es una historia de amor, misterio y magia. La joven Tamara heredará los conocimientos mágicos que su abuela volcó en un antiguo libro. Junto a Esteban, su oscuro compañero, se verá envuelt...
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Después de casi cuarenta minutos de viaje en el auto de mi padre, con un calor sofocante, llegamos a un pintoresco barrio. Estaba repleto de frondosos árboles en las veredas y fragantes jardines.
Al llegar a un gran chalet con techo a dos aguas de tejas rojas que estaba rodeado por rosas que impregnaban el aire con su aroma, el auto detuvo su marcha y mis padres bajaron. Esbozando una delgada sonrisa mi padre exclamó:
—Bienvenida a casa, Tamara. Este es tu nuevo hogar.
Cuando bajé del auto, sentí que un escalofrío recorría todo mi cuerpo. Por alguna razón, recordé una frase de mi abuela: "siempre prestá atención a las manifestaciones que percibe tu cuerpo. Muchas veces solo con nuestros cinco sentidos no alcanza, por eso debés mantenerte atenta". Un tiempo después, me daría cuenta de por qué la había recordado.
Mi madre abrió la puerta de entrada y con un gesto me indicó que podía pasar. Al entrar, vislumbré una enorme sala con una imponente escalera de roble que se alzaba majestuosamente ante mis ojos. También distinguí que habían comprado muebles nuevos. No eran los mismos que los de mi antigua casa. Todos estaban elegidos con el ostentoso pero delicado gusto de mi madre.
Quise conocer por completo mi nuevo hogar y mi padre me mostró rápidamente y con mucho entusiasmo las demás habitaciones. En la planta baja se encontraban la cocina-comedor, un baño y la sala. En el primer piso estaban las tres habitaciones, la mía, la de mis padres y en la tercera había un escritorio con un sofá-cama, que podría haberse convertido en una habitación para albergar a mi abuela o a algún otro huésped inesperado.
Después de que terminé de recorrer mi nueva casa, mi madre me llamó fríamente desde la planta baja:
—Tamara desempacá y acomodá tus cosas en tu habitación. Llevate también este mugroso canasto, creo que algo empezó a pudrirse dentro de él. Huele muy mal.
Obedeciendo a mi madre, bajé a buscar la canasta, y mi papá me ayudó con el equipaje. Cuando llegamos a mi habitación, dejamos las cosas sobre la cama. Él me dio un beso en la frente y antes de irse añadió:
—Espero que seas muy feliz aquí. Hay un colegio cerca y te anotamos en él. Con tus excelentes calificaciones te aceptaron enseguida. El hijo de la nueva amiga de tu madre va a ser tu compañero.
Antes de que pudiera decir palabra alguna continuó:
—Sí, a mí también me sorprendió que ella tenga una amiga con la cual se lleve bien.
Ambos reímos al mismo tiempo y al cabo de unos segundos con una expresión pensativa, agregó:
—Es un joven algo peculiar, siempre está vestido de negro. Será la moda de este barrio o quizás la época.