Capítulo 28: Hasta el amanecer

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Me incorporé de pronto en mi cama. Un sudor frío recorría mi cuerpo. Aún no había amanecido. Los ojos de Samanta brillaban en la oscuridad y me observaban fijamente. Seguramente, había percibido la onírica revelación.

Deseaba correr junto a Teby y narrarle la verdad sobre su pasado, pero él aún debía estar dormido y no me animaba a llamarlo a esa hora de la madrugada. Esperaría a que saliera el sol y a que mis padres se fueran de la casa. De esta manera no tendría que darles explicaciones.

Durante los eternos minutos en los que permanecí en la oscuridad, repasé una y otra vez lo que había visto. Por fin las cosas comenzaban a cerrar. Comprendía el porqué de mi presencia en ese lugar, en ese tiempo. Mi abuela no solo me había pasado el conocimiento, sino también la responsabilidad de proteger a Esteban. Esta vez no era de sí mismo de quien debía salvarlo, sino de aquel siniestro ser que quiso destruirlo desde su nacimiento. Ese ser que había provocado la muerte de mi abuela y que yo ya había visto, así como a su heredera, la hermana de Teby.

Recordé el día en que un aliento helado trazó en el cristal de la ventana: "Ella ya ha nacido y sabe de ustedes". La niña podía controlar los sueños, me había conocido en un sueño, la había visto y me había relatado el accionar oscuro de su clan. Me preguntaba por qué me informaba. ¿Aún no se habría corrompido por el poder debido a su escasa edad? ¿Sería ella la que me informaba o mi propio poder psíquico el que la utilizaba como un medio para interpretar mi percepción?

Quizás ella ya podía entrar en los sueños. Obviamente ya tenía muchísimo poder. Me había insinuado que yo elegiría de qué lado estar. Recordé que no había soñado solo una vez con ella sino dos. El día antes de conocerla personalmente en la plaza, en mi sueño ella jugaba con una serpiente. En el carrusel montaba una. La serpiente no podía significar nada bueno, al menos eso creía yo y eso solía decir mi abuela. Me preguntaba si su amigo imaginario, al que ella llamó "invisible", existiría realmente. Pensé que podía ser un espíritu o algún demonio.

Por lo pronto quería hablar con Teby, aunque no había pensado aún de qué manera le daría la dura noticia. Aunque, pese a todo, era muy probable que no me creyera o que pensara que mi sueño era solo un sueño. ¿Sería tan solo un sueño? De todas formas, le pasaría la información y luego él decidiría si debía o no creerme.

Estaba casi segura de que mi visión era verídica. Finalmente todo cerraba, tenía que ser real. Recordé la palidez de Susana al ver a la madre de Crisy en la plaza y la vinculación forzada que mi abuela había hecho entre nosotros. Tal vez era para que yo protegiese a Teby, pero también para que él me protegiera a mí.

Mi abuela había burlado a la malvada hechicera y yo era su descendiente. ¿Qué habría hecho mi padre para que el poder mágico haya saltado una generación hasta mí? Posiblemente hubiese sido su manifiesta incredulidad, incrementada por la de su pareja totalmente escéptica. Mi abuela debió haber intuido que yo, al conseguir la información mágica en la adolescencia, sin prejuicios previos y una confianza ciega en ella, desarrollaría mi poder mental libremente. Al ver los hechos, el escepticismo no podría bloquear mi herencia mágica.

 Al ver los hechos, el escepticismo no podría bloquear mi herencia mágica

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