Capítulo 32: Presagios de muerte

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Ningún lazo de sangre me unía a Susana, pero era ella quien me había cuidado durante más de quince años y sé que hubiese dado su vida por mí. Había renunciado al amor de mi padre e incluso se había apartado del poder y de la magia solo para protegerme. Yo le había pagado con un conjuro que eliminó sus recuerdos e hizo que terminase en el hospital con la mente fragmentada. Al menos eso creía en ese momento.

Resumiendo los hechos de ese modo, parezco un monstruo, pero creo conveniente aclarar que tuve buenas razones para hacerle algo así a la persona que más me quería. Si hubiese tenido tiempo o hubiese previsto lo que ocurriría, quizá podría haber encontrado otro modo de evitar que ella me separase de Tamara.

Yo era consciente de que había aprendido muchísimo sobre lo oculto, la magia, y sobre aquel poder que ardía en mi interior. Sin embargo, debo reconocer que la mayoría de mis logros y descubrimientos los conseguí gracias a Tamara. Nos complementábamos con una perfección absoluta. Su belleza y su poder me habían seducido desde el momento en que la conocí. Me sentía más fuerte a su lado y a la vez sabía que era mi único punto débil. Eso había quedado claro.

Susana había descubierto que poseíamos el conocimiento mágico, y por miedo a que pudiesen rastrearnos a través de los vestigios que dejábamos en el mundo espiritual, intentó separarme de mi compañera y apartarnos a ambos de la magia. La detuvimos, pero las consecuencias para ella fueron graves. Ya nunca volvería a ser la misma.

Mi padre habló mientras abría la puerta de un lujoso auto negro:

—No te preocupes por Susana. Tramité su traslado a una clínica mental en donde estará muy cómoda. En pocos días te habrá olvidado. Lo siento, pero lo mejor será que no vuelvas a tener contacto con ella durante algún tiempo.

Demoré en bordear el vehículo antes de subir. Necesitaba esos segundos para asimilar todo lo que estaba ocurriendo. En ese momento solo fui consciente a medias de que no volvería a ver a mi madre.

Una vez dentro del auto mi mente volvió a sentirse embotada. Era muy factible que él estuviese utilizando cierto tipo de poder para controlar mis emociones. Aunque quizá fuese yo mismo el que se estaba congelando por dentro. De cualquier forma, agradecía ese estado de confusión pues evitaba que una profunda melancolía se apoderase de mi ser.

—Supe en cuanto me dijeron lo que sucedió con Susana que alguien muy poderoso había manipulado sus recuerdos. Es obvio que de esa forma querían evitar que pudiese protegerte.

Pude ver como su mandíbula se tensaba. Estaba claro que aún la quería.

—Si yo hubiera estado aquí, no hubiese permitido que le hicieran daño. Quizá no lo sepas, pero no podía arriesgarme a que te rastrearan por mi culpa —dijo, y negó con la cabeza. Parecía estar tratando de convencerse a sí mismo de haber actuado correctamente a lo largo de tantos años.

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