Dilo

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El primero en entrar al despacho de Noemí fue Hugo. Anaju y Maialen se quedaron esperando en la saleta de al lado, sentadas en un par de sillas que les habían traído, en medio de un sinfín de cables y aparatos extraños.

"Tranquila, Jujiti, esto no va a pasar de una bronca", le aseguró Mais, cruzándose de brazos y piernas.

Anaju estiró las suyas y cruzó los pies por los tobillos. Se quedó mirando por la puerta abierta la sala justo en frente de la suya. Era la de audiovisuales y pudo ver cómo toda una pared estaba conformada por monitores que proyectaban diferentes estancias de la academia.

Apesadumbrada, vio cómo los chicos acababan la clase de baile, despidiéndose de los profesores, y Nia salía corriendo. Supo dónde iba y por qué Eva no salía en ninguna pantalla.

Se escurrió un poco en la silla y acabó apoyando la cabeza en el respaldo, mirando al techo.

"Jujiti, háblame, por favor", le suplicó Mais, poniéndole una mano en la rodilla.

"¿Y qué quieres que te diga, si ni siquiera yo sé lo que está sucediendo?", respondió la turolense con tono vacío.

"Bueno, más idea que yo seguro que debes tener, ratita sabia", intentó sacarle hierro al asunto, una vez más, pero no consiguió la sonrisa esperada. Se puso de lado y observó a la chica abatida que tenía al lado. "Vamos a jugar a un juego, ¿qué te parece? Yo te hago preguntas y tú sólo tienes que responder con un sí o con un no", propuso la ex monitora de comedor, tal como hacía para resolver los conflictos de los niños que atendía.

La turolense se limitó a encongerse de hombros, pero acabó echándole una mirada curiosa.

"Vale, vamos allá", se animó Mais, con un par de palmaditas. "Primera pregunta: todo esto es por Eva, ¿no?"

Anaju torció el gesto, pero acabó asintiendo con la cabeza muy despacio.

"Bien, ya tenemos por dónde empezar", le palmeó la rodilla, pacificadora. "Que sepas que todos en la academia nos lo hemos estado oliendo hace tiempo, incluido Hugo"

La turolense se la quedó mirando algo sorprendida.

"Hablé con él hace un par de días. De hecho, creo que ha hablado con todo el mundo del tema. Tan sólo pedía ayuda para recuperar a Eva".

Anaju asintió, recordando su propia charla con el cordobés. Volvió a visualizar su mirada desesperada y suplicante. Cerró los ojos con pesar ante la dolorosa imagen.

"Ha hablado contigo también, ¿no es cierto?"

"Sí..."

"Pero supongo que no te habrá dicho que sospechaba que tú y Eva...", Mais vio cómo la morena negaba rotundamente con la cabeza. "Pues a mí sí me lo comentó, pero le parecía que se estaba volviendo loco y que ya veía fantasmas por todas partes. Supongo que hoy habrá pasado algo que le ha confirmado esa teoría que le parecía tan descabellada y le ha explotado un ojo"

Anaju recordó, entonces, el momento en el que Hugo pasaba las páginas de su cuaderno y supuso que fue en ese instante cuando algo hizo click en su cabeza. El vacile y las carcajadas posteriores habrían sido un acto reflejo de autoprotección, que Anaju no supo interpretar. De hecho, llegó a pensar que al cordobés no le importaba la noticia.

Qué equivocada estaba...

Y lo supo cuando salieron de la sala del piano y el rubio pasó por su lado, diciéndole a cabo de oído "Esto no va a quedar así, señorita", con toda la sorna y retintín del mundo.

"Supongo", respondió ausente.

"Anaju, Hugo no es así. Y tú lo sabes mejor que nadie. Habéis compartido muchas cosas juntos. No es un matón de tres al cuarto como quiere intentar hacer ver. Ni siquiera es el callejero vacilón que se empeña en interpretar, ni es tan inculto ni basto como también quiere aparentar. Es mucho más listo que eso, aunque no lo sepa o sus complejos de niño sin estudio no le dejen ver." Se señaló el pecho, con una sonrisa triste. "Yo misma soy esa niña callejera sin estudios, que se ha tenido que hacer paso en la vida a base de curro y sacrificio. Y, créeme, sabemos lo que es la injusticia y el maltrato. En cuanto lo detectamos, nos echamos encima porque no lo podemos soportar." meneó la cabeza con ceño fruncido, profundamente disgustada. "Sé que Hugo es como yo, pero hoy le ha podido el cabreo. Se ha pasado veinte pueblos y le he tenido que bajar los pies al suelo, como sólo nosotros sabemos hacer" resopló fastidiada. "Pero en cuanto salga de ahí va a venir con las orejas gachas, como lo hace mi Murphy, a pedirte perdón. Te lo digo yo".

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora