Fiera

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"Bueno, no está mal, chicas. Pero todavía falta un poco, ¿eh? Veo los pasos demasiado técnicos, aún", les dijo la coreógrafa de la academia, Vicky, volviéndose a poner delante del trío de R.I.P. "Vamos, una vez más"

Anaju intentó seguir los pasos de sus compañeras, un poco a deshora, pero estuvo bastante contenta a mitad de la clase con sus progresos.

"Vale, pausa para un sorbito de agua", las detuvo Vicky, acercándose a la turolense. "Tú tranquila que esto en cuanto lo ensayes un par de veces más entre hoy y mañana, lo tienes. Ten en cuenta que llevas un día de retraso. No te agobies, ¿vale?", le aconsejó con sonrisa amistosa.

"Lo sé, lo sé. Hoy le meto caña y mañana lo tienes, te lo prometo", le aseguró la morena.

Fue a por su botella de agua, en los escalones altos de la sala de ensayo, y bebió de un gran trago prácticamente la mitad del contenido. Se sentía entre eléctrica y agotada, una combinación un tanto extraña, pero que la hacía sentirse presente, viva. Bajó la botella y tragó el último gran sorbo que se había metido en la boca, notando cómo unas cuantas gotas se le habían escapado de entre los labios y corrían cuello abajo. Cosa que agradeció, dado que estaba sudando a mares.

A punto estuvo de darse la vuelta para continuar con los ensayos, cuando alzó la vista y se encontró con una implacable mirada azul que la observaba sin recatos. Eva permanecía en el box frente a ella, sentada en un taburete alto, aparentemente ensayando su canción con los integrantes de La Casa Azul. Sin embargo, se había girado de medio lado e inclinado la cabeza, en actitud absorta, repasando de arriba abajo a la turolense.

Anaju conocía muy bien aquella mirada.

Ahora sí.

Recordó sentirla recorriéndole todo el cuerpo aquella misma mañana, cuando se encontraron las dos encerradas en las duchas, sin saber muy bien cómo ni cuándo habían llegado allí. La gallega sorprendió a la turolense, empujándola contra la puerta, nada más entrar, y clavándole las manos en los hombros. En un silencio tenso, sobrecogida, Anaju se descubrió víctima de aquella salvaje mirada mientras Eva se le acercaba cual depredador, devorándola con aquellos ojos famélicos.

Fue impactante ver a la gallega en su esencia más primitiva. No quedaba ni rastro de la criatura angelical a la que había acostumbrado a todos, evidenciando su aparente juventud e inexperiencia. Anaju descubrió a una auténtica mujer delante de ella, poderosa y sedienta, a punto de comérsela entera sin la menor compasión.

La gallega se le acercó con los labios entreabiertos y una sonrisa casi arrogante, que le hizo acelerar el corazón de manera inmediata. Entonces, se pasó la lengua por su labio inferior en un gesto de impaciencia, y a Anaju se le encendió toda la piel cuando su cuello fue atacado deliberadamente. Se le escapó un gemido de sorpresa cuando sintió la desesperada succión de la boca ardiente de Eva sobre su mismísima carótida y tuvo que agarrarse a los hombros de la gallega, temerosa de perder la estabilidad de sus piernas.

Eva bajó rauda las manos por todo su tronco, envolvió su cintura y empujó sus caderas hacia ella de manera imperante, pegando a la turolense a su vientre mientras seguía devorando su tierna e indefensa carne. Anaju coló sus dedos por la melena de la gallega y notó las primeras convulsiones en su centro cuando ésta le subió una pierna y se la pasó alrededor de la cintura.

Dios mío, ¿de dónde ha salido esta fiera...?, recordó pensar maravillada, cuando al fin la gallega se separó de su pobre cuello, sólo para abalanzarse sobre sus labios.

Supo que aquel fue su primer beso de verdadera pasión, sin el menor control. Eva al fin se le estaba entregando, sin pudor ni inseguridades. La crudeza de aquel deseo mal disimulado la abrumó. Anaju se colgó de sus hombros y correspondió al beso, sintiéndose dolorosamente excitada.

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora