¿Tú o yo? Parte II

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"¡Chicas, apúrense, 'oñooo! ¿Qué hacen ahí embobadas?", las sobresaltó Nia, entrando como un huracán junto a Samantha y Mais para repasarse el maquillaje.

"Lo sé, sardinitas, lo sé", Mais les cubrió las manos con las suyas, que aún seguían sobre el vientre de la gallega, con cara de compasión profunda. "A mí también me duele la tripa, estamos todos como un flan. Pero todo va a salir bien, os lo prometo", las envolvió a ambas y les dio dos sonoros besos en la mejilla.

Las chicas se la quedaron mirando como si le hubiera crecido de repente una cabeza de caballo en la frente y Mais se echó a reír. "¡En serio, lo digo en serio, no me miréis así! Si el multiverso ha querido que volvamos, hay que ser agradecidas y aprovechar la oportunidad. Creerme que las cosas no caen del cielo de donde yo vengo. Así que cuando pasan cosas tan mágicas como ésta, no hay que pensárselo dos veces: hay que tirarse a la piscina de cabeza. Luego ya se verá de qué está llena, pero nadie te quita lo que has disfrutado del salto, ¿me entendéis?"

Eva se relajó y no pudo evitar sonreírle a la pamplonica con cariño infinito. Se liberó del agarre de ambas y abrazó a Mais, silenciosamente agradecida de haber aliviado la tensión.

"¡Aaauu, Maaaaais, no vale, no es justo!", se quejó Samantha, dando una patadita en el suelo, aún con el pintalabios en la mano. "¿Cómo te atreves a soltar una cosa así en pleno repaso de maquillaje? ¡Que lloro, joder, y no quiero! ¿Qué pretendes, que no lleguemos a la puñetera gala?", le recriminó, pero le plantó un señor achuchón y le sonrió de medio lado.

"¡Cállese, señora, y deje hablar a nuestra chamana!", la defendió Nia, ajustándose el turbante de Quimbara en lo alto de su cabeza.

"Gracias, Mais, te prometo que en cuanto me toque, no dudaré en saltar", le aseguró Anaju a la del flequillo, estrujándola entre sus brazos.

La gallega captó el brillo en su mirada y se le removieron las tripas, una vez más. Aún sentía los últimos coletazos de la descarga eléctrica con la que la había fulminado la turolense. Y lo más sorprendente es que tan solo le había bastado un leve toque de su mano.

Ciertamente, Eva se sentía electrificada en aquellos instantes. Tenía ganas de hacer cosas muy extrañas con su cuerpo. Podía sentir los espasmos neuronales dentro de su cabeza , rebotando contra su cráneo como locos sin ton ni son. Es por eso que cogió en brazos a Samantha, que era la que estaba más a mano, y la levantó en un afán de deshacerse de parte de aquella sobrecarga sensorial.

"¡Oye, oye!", se quejó la rubia, en lo alto de los brazos de Eva, intentando que el vestido no se le subiera y se le vieran las intimidades. "¿Pero qué os pasa conmigo hoy? Si es por el vestido, decídmelo porque de ahora en adelante lo guardaré como una arma afrodisíaca. ¡Qué paréis de sobarme, hostias!", gritó, al ver que se formaba un -ivo -ivo alrededor de Eva y de ella.

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Aquella noche, Eva quedó marcada por la gala. Gerard, uno de sus grandes apoyos allí dentro, tuvo que abandonar la academia y para colmo había quedado nominada por el jurado. A pesar de haber sido salvada por el profesorado, una losa le atenazaba el pecho.

Aquello era una locura de concurso. Un delirante tren exprés de emociones a toda marcha y sin freno alguno.

Estuvo en el sofá abrazada a Nia durante largo tiempo después del chat posterior a la gala. La canaria también había quedado muy tocada por la marcha de su pollito y ambas se usaron de tableta de salvación. Sabía que Gerard estaría con Anne, puesto que había ido a presentar su single, y con su familia. Sabía que ahora empezaba su sueño de verdad, que en realidad era lo mejor para él. Pero era consciente de que lo iba a echar terriblemente de menos, y aún quedaban tres largas semanas por delante, en el mejor de los casos. Además, era el primero de los nueve que pasaron la cuarentena juntos que caía. Y aquello dolía como un demonio.

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora