¿Quién sabe más? Parte II

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El planchazo fue tremendo. 

Eva tomó impulso con su pie derecho y proyectó todo su cuerpo en el aire, con los brazos abiertos. Pudo ver a cámara lenta, mientras estaba suspendida en el aire, cómo se le iba desencajando el semblante a Anaju, pasando del asombro al puro terror. Ésta, instintivamente, había alzado las manos a fin de minimizar el impacto, así que el aterrizaje fue recibido con más o menos gracia, pero la fuerza del impulso estampó el cuerpo de la turolense contra los cojines del sofá, que un poco más y se la tragan entera. Eva envolvió el cuerpo entero de la pobre aplastada como un koala ansioso y notó en su oreja un resoplido quejumbroso cuando los pulmones de Anaju se quedaron sin aire de un plumazo. 

"¡Per l'amor de Déu, que la matas!", pudo distinguir la voz de Samantha entre todo el griterío que se había formado.

Por alguna extraña razón, a Eva le fue imposible dejar de reírse a carcajadas mientras sentía el cuerpo hundido en el sofá batallando por su liberación. Quizás fuera el cúmulo de nervios, una vía de escape de todo el estrés de aquellos primeros días. ¡De aquellos dos meses de encierro e incertidumbre en cuarentena! Del acopio de angustias y temores demasiado tiempo carcomiendo su salud mental. Y puede que se le juntara todo con el tremendísimo alivio de volver a reencontrarse con sus compañeros, con la reconciliación de su futuro incierto y sus sueños. 

Sin saber qué era todo aquel remolino de sentimientos que corrían incandescentes por sus venas, Eva se sintió feliz al separarse un poco de Anaju y mirarla con profunda admiración y cariño. Ésta, cuando pareció haber superado el estrés del impacto y el aire en sus pulmones, le devolvió la mirada con la misma intensidad de dos almas extraviadas que se reencuentran, se reconocen y se sostienen. 

Aunque el vínculo solo se hiciera visible durante unos pocos segundos, dado que todos sus compañeros se unieron a la hazaña de Eva y procedieron a tirarse en plancha al montón, la conexión había sido restablecida indudablemente. Todos aquellos meses de distancia, en medio de todo aquel caos, con mil consejos y palabras de soporte. Todas aquellas charlas interminables en las que hablaban de todo y de nada. Aquellos secretos y angustias inconfesables. Aquellas ilusiones impensables rozando ya la punta de los dedos. Aquellas risas y aquellos llantos. Aquellos silencios reparadores. Aquel sentimiento de pertenencia que olía a hogar, a calidez, a tarde de tormenta frente a la hoguera, a ukelele recién afinado y voz suave, a netflix con palomitas y a miel escurriéndose de los dedos.

Bajo el montón de cuerpos, refugiada por sus compañeros, Eva pegó los labios a la oreja de Anaju y le susurró un sentido "gracias por todo, mi amor". Sintió el agarre de los brazos de la morena estrecharse y sonrió feliz al notar una senda de besos por todo su cuello. 

"¡Ala, pues ya está! Dentro de nueve meses todos pariendo", proclamó Samantha mientras todos se separaban de la pila humana riendo y volvían a sus puestos. "Y cuando digo todos, es todos", exigió señalando a los chicos. 

El juego volvió a su curso con un humor más distendido, más cómplice, más natural y menos impostado. Habían vuelto todos, al fin, física y mentalmente.

Eva soltó un suspiro de satisfacción con la mejilla reposada en el pecho derecho de Anaju, quien la rodeaba cómodamente con el brazo, pegándola a su cuerpo. La gallega desconectó del juego en el momento en que sintió que le cogían la mano y jugueteaban con ella. Se distrajo viendo como los dedos de Anaju trazaban suaves círculos errantes sobre su palma. Alzó la mirada y descubrió que la turolense también se había abstraído del juego, concentrada una vez más en su mano. Frunció el ceño con una media sonrisa, como había hecho la primera vez que pilló a la morena medio hipnotizada al juguetear con su extremidad. Aún seguía pareciéndole desconcertante, pero no había duda de que aquel ejercicio parecía tener propiedades relajantes para ella. 

"Siento curiosidad", le dijo al fin a medio susurro para no estorbar el debate del grupo. "¿Qué es lo que encuentras tan fascinante?" le preguntó, paseando la mirada entre Anaju y su mano, realmente intentando entender aquel enigma. "Sólo es una mano", se encogió de hombros, "y además una con dedos regordetes. O sea, horrible...", resopló.

"No digas eso", se apresuró a cortarla, devolviéndole una mirada ofendida. "Tienes unas manos preciosas, a mí me parecen perfectas. Además, el tacto es tan..." sacudió la cabeza, al parecer incapaz de poder encontrar un adjetivo acorde. "Es como adictivo, no sé" y procedió a pellizcarle la carne del interior de los dedos, provocándole una suerte de cosquillas. "¿Lo ves? Es tan blandita y moldeable, pero luego vuelve rapidito a su sitio, ¿ves?".

La gallega soltó una risita y sacudió la mano. "Para, me haces cosquillas". Pero la turolense volvió a capturar su mano con aire travieso y se la llevó a los labios. "¿Qué haces?"

"Es que la mejor parte es en los labios, me pasaría el día dándole besitos a estos deditos rechonchitos", y procedió a cubrirlos a besos, provocando nuevamente la risa de la castaña. Al principio eran exagerados a diestro y siniestro, pero acabaron siendo una ristra de besos delicados recorriendo todos sus dígitos en absoluta veneración. Y esta vez Eva no apartó la mano. Al contrario, se quedó muy quieta, estática, dejando que Anaju disfrutara de su extraño fetiche.

No era, para nada, desagradable...

"En serio, o paráis o vamos a acabar vomitando todos, chiquetas", se quejó Samantha con un resoplido de caballo. 

"¡Ay no, déjalas, son tan cuquis!", la rebatió Maialen, mirándolas con candor.

"Tranqui, yo les he hecho vídeo y varias fotos, Mai. Luego te las paso", la tranquilizó Nia con una sonrisa triunfal, sacudiendo su móvil.

"¡Bieeeeen!", se alegró la pamplonica, dando pequeños botes y palmaditas.

Las dos chicas parecieron volver de un plumazo a la realidad, estallada su burbuja privada, y miraron a su alrededor con cierto reparo. Al parecer habían provocado incluso que se detuviera el juego. Gerard había empezado a tocar con la guitarra una delicada melodía mientras las observaba, con Bruno de fondo en una suave percusión con los bongos y Hugo dando tranquilas palmas aflamencadas. 

Dios mío, si parecía que les habían compuesto hasta una banda sonora.

Eva se frotó la cara, un tanto acalorada repentinamente, y se separó del abrazo de la turolense con una media sonrisa colgando en sus labios. Anaju se incorporó bruscamente y se alisó de manera exagerada la camisa del pijama, fingiendo mantener la dignidad en todo momento. Se recompuso el pelo y simuló enjuagarse el pintalabios corrido. Y luego, de la forma más natural y desenfadada del mundo, se acercó a Eva y la intentó arreglar también. "Ven aquí, cariño mío, que tienes el rímel un poco corrido", le dijo guasona, pasándole los pulgares por debajo de los ojos, para luego asegurarse de que tenía la chaqueta del pijama bien abotonada. "Así, ya está. Aquí no ha pasado nada, ¿verdad chicos?" les preguntó con sorna y se echaron todos a reír.

Eva también lo hizo, dándole un empujón a Anaju para que la dejara de acicalar como a una cría pequeña. Sacudió la cabeza y se levantó del sofá. "No sé qué demonios está pasando con vosotros, así que me largo a dormir" les anunció alegremente.

"Eso, caliéntame las sábanas, vida mía, que yo ahora mismito voy", exclamó Anaju, lanzándole besitos al aire.

"¡Cállese ya, usted, señora!", le exigió Eva, lanzándole un cojín a la cara y saliendo corriendo hacia las habitaciones.

"¡Taaaaaan cuquiiiiiis!", acabó festejando Mais de nuevo, lo que le valió una lluvia de cojines por parte de todos.


Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora