La bolsita

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En cuanto Eva se enteró de la indisposición de Anaju, al reunirse con todos sus compañeros en la sala del piano y notar la ausencia de la turolense, quiso ir a ver cómo estaba. Pero Manu, por enésima vez, les informó de que Anaju se encontraba en la habitación descansando, tras haber pasado por la consulta de la doctora un par de horas atrás. Probablemente sea estrés o acumulación de nervios, les dijo con un encogimiento de hombros.

"Suele pasar. Yo tengo unos 20 o 30 al año. Nada que no cure una buena cagalera o vomitera. Revientas unos cuantos baños y ala, ¡a seguir dando por culo hasta la próxima!", bromeó el director musical, para sacar un poco de hierro al asunto. Dio una palmada, se colocó el lápiz detrás de la oreja y empezó a aporrear el teclado del piano. "Vamos, cabrones, que ésta grupal es un puto canon. ¡Vamos a reventar el escenario!".

No hay que decir que la gallega estuvo intranquila durante todo el ensayo, junto a Nia y Mamen, que les había tocado ser las contra altos. La infinidad de tonalidades de aquella locura de partitura era un rompecabezas inhumano. Daba escalofríos de tan solo pensar que aquel galimatías había salido de la cabeza del director musical en tan solo un par de tardes. Aquel hombre era un puñetero genio.

Hizo lo que pudo y acabó riendo por no llorar junto a sus compañeras de grupo. Y en cuanto recogieron y dieron la clase por finalizada, se fue disparada hacia la habitación. Solo que no pudo llegar, dado que se encontró a Noemí saliendo de ella e interceptando su paso. La detuvo con una mano en alto.

"Espera hasta después de la cena, cariño. Acaba de soltar hasta la primera papilla. Le acabamos de dar un tranquilizante y parece que ha hecho efecto. Está durmiendo como una bebota", le dijo la directora de la academia. En cuanto vio la carita asustada y preocupada de la gallega, se afanó a tranquilizarla. "No os preocupéis, no es vírico. Es puro nervio acumulado. Solo tiene que soltarlo todo y en nada y menos estará como una rosa.", le aseguró con una sonrisa maternal.

Eva se sentó en el armario bajo de los baños y se frotó la frente. "¿Puedo hacer algo para ayudar? Si hay que prepararle alguna tila o infusión. O si tiene que tomar alguna medicación por la noche. Mi padre solía ponerme una bolsita de agua caliente cuando me dolía la tripa, quizás podríais darnos una y yo se la voy cambiando durante la noche", empezó a divagar, un tanto desesperada, con los ojitos esperanzados mirando a la directora.

Ésta inclinó la cabeza y la contempló con ternura. Tras un breve tiempo de reflexión, sabiendo que la gallega no iba a aceptar un no por respuesta, suspiró. "Puedo conseguir una bolsita de esas que dices, creo que en realización he visto una."

Eva se levantó de un salto y le sonrió cual cachorrito con juguete nuevo. "¡Estupendo!"

Y, efectivamente, así se dijo, así se hizo. Durante la cena, Eva les comentó a sus compañeros su idea y todos estuvieron de acuerdo en que fuera ella la encargada del recambio de agua de la bolsita. Nia y Maialen se cruzaron una mirada cómplice y se sonrieron por lo bajo. Samantha les tiró un trocito de pan a la cara a cada una, en cuanto Eva se fue a recepción a por la bolsa en cuestión y el resto de compañeros se dispersó por la academia.

"Oye, si vais a ser las hadas madrinas de palacio, que sepáis que eran tres. Os falta una, me pido la verde", y se señaló ufanosa, con un meneo de cejas. Ambas chicas se miraron dubitativas antes de encararla de nuevo. "Pero vamos a ver, payasas, ¿qué os pensabais? ¿Que no me había coscado de todo este culebrón? ¡Por favor, quien le churrepetea los dedos a alguien si no está hasta las trancas!", exclamó echando la mirada al cielo.

"¡Saaaamaaanthaaa!", exclamó Nia, señalando las cámaras y tirándole una servilleta.

"¿Pero tú qué te piensas, que la gente es tonta?", resopló la valenciana, girándose y encarándose a la cámara. "Pues que sepáis que a mí me parecen monísimas juntas y si a algún subnormal se le ocurre decir ni media palabra de mis recién apadrinadas, lo reviento y luego me hago una buena paella valenciana con él, ¿queda claret?" amenazó sin aspavientos, mientras Maialen estallaba a carcajadas, medio ahogándose con un trozo de coliflor que masticaba. "Así, sin más", acabó sentenciando la rubia, volviendo a su plato tan ricamente.

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora