Piscina

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Eva permanecía sentada al lado de Nia, cogiéndole la mano, en el sofá más alto del plató. Estaba ensayando Samantha su canción en el escenario, y la gallega la miraba realmente sin verla. Le escocían los ojos de la llorera que se había pegado hacía un par de horas y se sentía un tanto vacía, agotada. Pero lo cierto era que al menos había conseguido echar fuera parte de su angustia, gracias al apoyo incondicional de Nia y Samantha, quienes se habían emperrado en no dejarla hundir en el mar de miseria que ella misma se había autoimpuesto.

Ni Hugo, ni Maialen, ni Anaju habían vuelto a la academia, ni siquiera para comer. Pero la que sí había vuelto fue Noemí, quien la apartó nuevamente del grupo para asegurarle que todo estaba bien y que los chicos estaban reunidos abajo resolviendo sus diferencias. Y que no hacía falta que los esperaran, se reunirían con el resto de sus compañeros en los ensayos de plató.

Sus diferencias, había dicho.

Eva supo que ella era parte de esas dichosas diferencias y volvió a sentir una losa aplastando su estómago. Pero la directora de la academia volvió a asegurarle que todo estaba bien.

"Y cuando digo todo, cariño, es todo, ¿de acuerdo?", le confirmó con seguridad.

Aquello no le aclaró demasiado a la gallega, pero al menos la tranquilizó relativamente. Era por esa razón por la que se sentía medio anestesiada y aislada del presente, sentada en aquel sofá, estando sin estar.

"Mira quien viene por allí, chiquitita", le dijo Nia, dándole un apretón de mano.

Vio cómo Maialen y Hugo se acercaban a los sofás, hablando animadamente. De hecho, Mais iba de su brazo y ambos parecían estar de muy buen humor. A Eva se le aceleró el corazón, y no de una manera muy sana, cuando el cordobés cruzó miradas con ella y se dispuso a subir hacia su sofá.

"Tranquila, estoy aquí", le susurró Nia, que había notado cómo todo el cuerpo de la gallega se tensaba.

Para su completa sorpresa, Hugo se agachó ceremoniosamente ante ella y le sonrió algo tímido.

"¿Te parece bien si hoy por la noche hablamos un momento?", le propuso de la manera más sencilla y natural del mundo. Su actitud calmada y pacífica parecía a años luz del Hugo que había estallado en cólera, apenas unas horas antes. Parpadeó, algo desconcertada, y Hugo prosiguió, en vista de su bloqueo. "Tan solo quiero pedirte disculpas y aclarar un par de cositas. Nada más, te lo prometo", le aseguró, en actitud absolutamente conciliadora.

"Claro... Hablamos esta noche", acabó respondiéndole, tragando su pequeño ataque de pánico y obligándose a reaccionar como la adulta que era.

Él se limitó a sonreírle agradecido y asintió, antes de levantarse e irse al sofá más bajo. Fue entonces cuando Mais se plantó delante de ella y la estrujó en un fuerte abrazo, sin muchos miramientos.

"Hola, sirenita" le sonrió de oreja a oreja. "Sólo vengo a decirte que el mundo no ha explotado aún, así que deja de montarte la tercera guerra mundial en esa cabecita, ¿vale? Es una orden de Chica Sobresalto, ya sabes"

Eva le sonrió sin poder remediarlo y le dio un sonoro beso en la mejilla.

"Pues si es una orden...", le dijo, sintiéndose más ligera de forma casi inmediata.

"Gracias, Chica Sobresalto", le agradeció Nia a su lado, completamente feliz con la declaración. "Por cierto, habrá que hacerle una canción a ese Derechazo Sobresalto, ¿no?"

"¡Claro! Y Hugo me hará los coros" se animó la pamplonica. "Y quien sabe, a lo mejor también quiere salir en el videoclip, así le puedo patear de nuevo el culo", se echó a reír, junto a Nia.

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora