Blackout

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Después de aquella noche de cine, nada volvió a ser igual.

Anaju se quedó mirando el piano, una vez más en la sala de Capde. A pesar de tener las manos en posición y los dedos en las teclas necesarias para empezar a tocar su canción, Rota, se descubrió incapaz de tocar ni siquiera el primer acorde.

Eran más de la 4 de la madrugada y sabía que debería estar acostada, como todos sus compañeros. Sin embargo, el cuerpo no le respondía y la mente se le había desconectado de manera difusa. Ni siquiera recordaba la gala que acababan de realizar, tan solo había retenido pequeños flashes.

Dios mío, ni siquiera recordaba el día previo, a decir verdad...

Ahora luchaba por un puesto en la final, ya que Bruno había abandonado la academia por decisión de la audiencia y Maialen, Samantha y ella misma habían quedado en calidad de candidatas para ocupar el quinto lugar como finalista. Los que ya lo habían conseguido fueron Nia, Hugo, Flavio y Eva.

Eva...

Se le movieron un par de dedos de forma involuntaria, pero pareció que solo había sido producto de un espasmo. Quizás se tratara de un último intento de conexión neuronal fallido.

No fue muy consciente de en qué momento se había cambiado y puesto el pijama, ido a la cama y cerrado los ojos por pura voluntad. Tampoco de cómo se había despertado sin dejar ni rastro de sueños en su letargo al día siguiente y se había preparado el desayuno para comérselo en la terraza. Simplemente se descubrió allí mismo, sentada en una de las sillas de mimbre, con los pies en alto y la tostada que se había preparado a medio comer.

¿Pero no estaba en la sala de Capde, tocando el piano?

Miró confusa la tostada de aguacate con queso mordisqueada y parpadeó, claramente aturdida. Y entonces su mente volvió a estremecerse, sobrecogida al entrar de nuevo en contacto con la realidad, y la envió de inmediato a las penumbras del inconsciente una vez más.

Transcurrió aquel segundo día de desconexión como una autómata, viviéndolo sin vivir. Sin registrar absolutamente nada. Aparentemente tranquila, serena, a ratos risueña, agradecida por el nuevo reparto de temas: alegre por el trío de mamarrachas que le había tocado y por el grandísimo reto de la canción del Mediterraneo.

La profesora de solfeo y pianista, Laura, al empezar a ensayarla con ella, la había felicitado solo con la toma de voces, recién salida de la sala del director musical. Parecía cantarla en formato disco, directamente. Anaju volvió a mostrarse agradecida y sonriente, pero nada de aquella clase quedaría gravada en su memoria a largo plazo.

La segunda vez que tomó consciencia sucedió igual de bruscamente que la vez anterior. Se descubrió bajo el chorro de agua fría de las duchas. Se asustó muchísimo al percibir que estaba completamente vestida y empapada. Pero lo que más le impactó fue encontrarse con Maialen gritándole a la cara, mientras la sacudía por los hombros. Abrió muchísimo los ojos y pudo ver a Samantha y a Nia detrás de la enfurecida pamplonica, con caras de susto y preocupación, respectivamente.

Intentó zafarse del agarre implacable de Mais, detenerla de algún modo. Le estaba haciendo daño. Abrió la boca, empezando a enfadarse, pero no pudo articular palabra. Ni siquiera oía las de sus compañeras. Le pareció estar viviendo una espantosa escena de una película muda. Le agarró fuertemente los brazos y apretó los dientes. Temblaba, pero no sabía si de terror o de frustración.

¿Estaba soñando? ¿Era todo aquello una pesadilla?

Maialen dejó de sacudirla como si fuera una muñeca de trapo y le cogió el rostro. La obligó a mirarla, pero Anaju seguía sin poder comunicarse, sin poder escuchar lo que parecía estar diciéndole la pamplonica, esta vez de manera más pausada.

Tenía frío, los brazos adoloridos y la voz agarrotada.

Demasiado para su delicada psique, quien volvió a huir despavorida de su terrible presente y la sumió, por tercera vez, al remanso de paz y tranquilidad de la ignorancia y la inconsciencia.

Anaju fue trasladada a un centro hospitalario aquella misma noche, sin tener la seguridad de poder regresar o no al concurso.

Aunque ella no fuera consciente, en ningún momento, de ello.

Cuando nadie miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora